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otra, que para el caso es igual, nosotras debemos volver al lugar   blemática, en La flor, Leo se reúne con Ángel sólo después
 donde nacimos, visitar la ermita del santo, tomar el fresco con las   de haber rechazado los avances de Antonio (Joaquín Cor­

 vecinas, rezar la novena con ellas, aunque no seas creyente, por­  tés), el hijo gitano de la sirvienta de Leo, que le ofrece sus

 que si no nos perdemos por ahí, como vacas sin cencerro.
         servicios sexuales para lavar su culpa por haberle robado el

         manuscrito de una de sus novelas con el fin de financiar su
 Efectivamente, al final de la película y tras un período de

 cura en el campo, Leo vuelve a Madrid para reunirse con   espectáculo flamenco. Representar a los personajes gitanos

 Ángel, una nueva autoridad paterna benévola y codificada   como ladrones hipersexualizados, más pasionales que racio­

 de manera femenina que promete ser menos opresiva que la   nales, no es la mejor manera de romper con los centenarios

 de Paco, el viejo padre franquista aggiornado; vuelve para no   estereotipos racistas que pesan sobre la población romaní en
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 volve se loca, para no quedarse “como vaca sin cencerro”. La   Europa.  Por eso, la inserción de este pequeño episodio an­

 película termina con una referencia a la película Ricas y fa-  tes de la reunificación final con Ángel, parece sugerir, cons­


 mosas (1981) de George Cuckor. Al final de Ricas y Famo-  ciente o inconscientemente, que la placidez de los escritores

 sas, Liz (Jacqueline Bisset) y Merry (Candice Bergen) están   frente a la chimenea requiere de la exclusión de las minorías

 sentadas plácidamente frente a la chimenea con una copa de   raciales y de la aceptación de la autoridad paterna benévola

 vino compartiendo y contemplando lo que han sido sus tu­  de la socialdemocracia.

 multuosas vidas. Como en Ricas y famosas, al final de La flor,   Llegados a este punto cabe concluir que La flor de mi se-

 Ángel y Leo están también sentados frente a una chimenea   creto reproduce consciente o inconscientemente una agenda

 con una copa de vino, como dos buenas amigas que final­  homonormativa. El término “homonormatividad” fue intro­

 mente han encontrado paz en sus vidas. La escena en ambas

 películas puede leerse de manera homosocial y homoeróti­


 ca. En el caso de La flor de mi secreto hay además un añadi­  10  José Manuel del Pino es el único crítico que analiza, en toda su com­

 do transgresivo, puesto que uno de los personajes femeninos,   plejidad, las relaciones de género, raza y sexualidad que definen la esce­
         na. “Antonio y Leo —escribe del Pino— son conscientes de las barreras
 Ángel, es biológicamente un hombre.   que los separan (es significativo que Leo no deje a Antonio pasar de la

 Sin embargo, en ambas películas esta placidez homoso­  cocina)” (270), pero después sorprendentemente afirma que “…estamos

 cial se levanta sobre la discriminación explícita de las mino­  ante una película de Almodóvar en donde en cuestiones sexuales y de pa­

 rías de color en la película. En el caso de Ricas y famosas, Me­  sión todo juicio de tipo ético debe quedar en suspenso” y concluye con la
         siguiente afirmación, la cual acaba por reproducir ciertos motivos bioló­
 rry se lamenta en el taxi de haber tenido que compartir un   gicos del pensamiento raciológico: “Se podría afirmar, usando una metá­


 premio literario con una escritora afroamericana cuya novela   fora geopolítica, que el cuerpo colonizado del Gitano macho intenta me­

 no tiene más merito que el haber sido escrita por una mujer   diante su sexualidad convertirse en colonizador del cuerpo de la hembra

 de color. De manera un poco más sutil, pero no menos pro­  burguesa blanca, con lo cual se invertirían las relaciones de poder entre
         ambos personajes” (271).






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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  0 , 2012
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