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mercado, capaces de rendir cada vez más con los mismos   quier curso, pues ofrece una estrategia para desaprender los

 —o incluso menos— recursos. Para conseguirlo, se em-  valores capitalistas y consumistas y una táctica para desarro-

 plean formas verticales de transmitir conocimiento y se ins-  llar el pensamiento comunitario y relacional. Todo ello está


 trumentaliza la “pasión” docente por nuestro campo con el   encaminado a construir marcos alternativos a las propuestas

 fin de echar más carga a las espaldas de educadoras cada vez   imperantes, las cuales normalizan las dinámicas ecocidas y

 más precarizadas. La alumna se convierte en una consumi-  socialmente injustas tanto en las clases de los departamen-

 dora de experiencias, materias y contenidos. Para subsistir,   tos de estudios hispánicos e ibéricos como en los libros de

 estos modelos de educación se sirven de un innecesario es-  texto que se adoptan. En este sentido, toda pedagogía “debe


 trés constante y de la competición por recursos y trabajos   ser ecopedagogía, es decir, debe reconocerse como una acti-

 limitados. La ecopedagogía busca proponer alternativas a   vidad inseparable de, y comprometida con, el planeta; debe

 estos planteamientos ecológica y humanamente insosteni-  ser crítica, descolonizadora, y denunciar las narrativas es-

 bles, fomentando modelos relacionales de aprendizaje.   tablecidas que ocultan, naturalizan o justifican el ecocidio;


 Como se verá en varias aportaciones a este monográfi-  debe rebasar el ámbito académico y convertirse en una fuer-

 co, la puesta en práctica de la ecopedagogía requiere una   za de transformación social y cultural” (Marí 73).

 reflexión sobre la relación de cada elemento del curso con   Especialmente relevante resulta reflexionar sobre las diná-

 estos objetivos. Se trata de hallar formas más colaborati-  micas internas de participación y puesta en común en nues-


 vas y menos verticales de educación y formas anticolonia-  tras aulas. Así, por ejemplo, Luis I. Prádanos resalta que el

 les de entender el conocimiento, la acción ecológica y la la-  contenido aportado no es lo único importante, sino que ha-

 bor universitaria/académica. Por ejemplo, Jorge Marí, en   bría que prestar atención al método utilizado. La revisión

 su contribución sobre el cine y la alfabetización socioam-  jerárquica, la intermediación de los cuidados, la aportación


 biental (60), apunta a que nuestros objetivos permeen en   de conversaciones honestas e incómodas, o los modos de re-

 los cursos que diseñamos, los materiales que seleccionamos,   forzar la vinculación de lo común: todo ello forma parte de

 las estrategias pedagógicas con que construimos una comu-  las dinámicas que ensayan otras formas de ser, estar, pensar

 nidad de aprendizaje y la relación que establecemos con las   y reflexionar juntas, facilitando el desaprendizaje de ciertas


 participantes. Por eso argumenta que, para que la ecopeda-  formas competitivas heredadas que persiguen la imposición

 gogía expanda su alcance más allá de la enseñanza de con-  de un pensamiento hegemónico.

 tenido ecológico, es necesario explorar diferentes modos de   Desde las prácticas ecopedagógicas apostamos por que

 enseñar y pensar a fin de fomentar tanto la capacidad críti-  las estudiantes se apropien de las destrezas necesarias para


 ca como el sentido de comunidad. Es decir, como metodo-  enfrentarse a los retos de la actualidad. Esto significa: im-

 logía, la ecopedagogía es susceptible de aplicación en cual-  plementar tácticas para actuar de manera autónoma y en






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 Revist a  de  al ce s XXI                                            Número  7 , 2025
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