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jer y me siento hombre y que, a pesar de esto, puedo tener   te del papel obligatorio de las personas que nacen al sexo

 un embarazo” (144). Estos testimonios articulan un deseo   femenino; la producción de más ciudadanos-trabajadores

 de participar en la economía reproductiva y paternal/ma-  es indispensable. Esta construcción de la maternidad, más


 ternal, pero producen fricción con la repro-narrativa hete-  que una experiencia individual, lo concibe como un de-

 ronormativa que presume un sistema de género binario y   ber colectivo y comunitario.  La repro-narrativa se sostie-
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 estable.  Lxs entrevistadxs de Yo no quería ser madre y los   ne por el entrelazamiento de varios sistemas de poder y dis-
 personajes novelísticos de Obono resaltan que la (no) ma-  ciplinamiento. Por ejemplo, el régimen de Obiang alienta

 ternidad y/o la diversidad sexual no solo quedan fuera del   prácticas que monetizan el sexo y explotan cuerpos vulne-


 constructo cultural normativo ecuatoguineano y fang, sino   rables; su postura oficial “neglects to challenge existing he-

 que también interrumpen el patrón establecido de la eco-  gemonic masculinities” (“desatiende la responsabilidad de

 nomía hetero-reproductiva.   retar las masculinidades hegemónicas existentes”; mi trad.;


 En los textos que Obono escribe y edita, se insiste una   Allan 139). Mediante la televisión oficial del estado, se nor-

 y otra vez en la doble exigencia reproductiva y económi-  maliza el pago a menores por sexo —algo que José Fernan-

 ca —la expectativa que la mujer será reproductora de tra-  do Siale Djangani denomina la “semi-prostitución” (34)—.

 bajadores para el clan/la nación y proveedora para la fami-  Tal práctica ha surgido a partir de “varios fenómenos como

 lia— y se empeña en condenar esa imposición en tantos   la inmigración, el éxodo rural, . . . las disparidades econó-


 medios como puede.  Según la aplicación capitalista y na-  micas, el consumo creciente, la inmigración laboral” (34) y
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 cionalista de la repro-narrativa, la reproducción biológica,   “una cierta masculinización en la esfera laboral” en los cen-

 con las concomitantes labores maternales, comprende par-  tros urbanos (Aixelà-Cabré, “Africanas”).

             La conexión entre el sexo, el dinero y la producción de



 46  A medida que desestabilizan ciertos aspectos de la norma, refuerzan   género también puede relacionarse con la práctica fang del
 y reproducen otros, como el sistema binario de géneros. Hay múltiples   nsoa —“la contraprestación económica que la familia del

 ejemplos de parejas lésbicas que se describen en términos de papeles   futuro marido debe pagar a la familia de la futura esposa”
 masculinos y femeninos (butch y femme, en la léxica occidental); algu-

 nas de estos informantes describen cómo se sienten obligadas a “pegar a   (o simplemente la “riqueza de la novia” o “la dote”)— y de
 sus mujeres” porque eso es lo que se espera de “la hombre” (Yo no quería   su monetización y distorsión capitalista a partir del contac-

 98-99, 142-143).


 47  Los ejemplos de esta doble expectativa —y sus consecuencias desas-  48  En Allí abajo de las mujeres, Obono subraya este deber comunita-

 trosas— son abundantes en La albina del dinero, Herencia del bindendee,   rio cuando las jóvenes se consideran a sí mismas como los aparatos que
 Allí abajo de las mujeres y varios relatos de Las mujeres hablan mucho y   mantienen y continúan el ciclo reproductivo de la comunidad: “Nues-
 mal. Obono también trata el tema en entrevistas y en su sitio web per-  tros vientres, vaginas, miradas y cerebros, habían nacido para la tribu”

 sonal.   (88).





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 Revist a  de  al ce s XXI                              Número  5 , 2021-2023
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