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definitivo de su pareja.  Como explica Julia Cañero Ruiz   Por otro lado, Beatriz Gimeno retoma en “El nuevo amor
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         romántico” el concepto de “maternidad intesiva” que Sha-


 la existencia de modelos de crianza no hegemónicos (como la   ron Hays desarrolla en The Cultural Contradictions of Moth-

 crianza con apego o respetuosa) son puestos en duda por un sec-  erhood (1999) para llevarlo más lejos, a lo que ella considera
 tor del feminismo, que consideran que estas madres, aunque sean   la maternidad como un sustituto del amor romántico (18-

 feministas, están inmersas en una ideología de la maternidad in-  21). Gimeno habla de una maternidad idealizada donde la

 tensiva producto del patriarcado. Sin embargo, esa tesis pone en   línea entre el amor de madre y el amor romántico se dilu-

 cuestión la capacidad crítica de las madres y ejerce un enorme pa-
 ternalismo sobre ellas. (“No existe”)  yen y señala que “los valores del amor romántico, claves en

         la configuración de la subjetividad femenina, se han trasla-

         dado a la maternidad romantizada para, a modo gatopar-
 A esta dicotomía se enfrentan Boulder y Samsa: ¿son el cole-


 cho, la lactancia a voluntad, las excedencias laborales, prác-  diano, seguir cumpliendo la misma función. De la pareja

 ticas que en realidad responden a una ideología tradicional   hombre-mujer, hemos pasado a la pareja madre-bebé” (23).

 y sexista o, por el contrario, prácticas libremente elegidas?   El amor maternal acaba convirtiendo al bebé “en amante y


 Cañero sostiene que   en esposo” (27-28). Gimeno ve esta maternidad muy vin-
         culada al consumo: “No solo por todos los objetos de con-

         sumo que aparecen ligados al bebé (…) sino que la misma

 las madres que quieren coger excedencias por cuidado, lactar   maternidad parece estar relacionada con el poder adquisi-

 durante más tiempo, dormir con sus bebés, tenerlos en brazos,
 portear... (sic) sufren un sinfín de críticas y distintas formas de   tivo en un mundo en el que ser madre cada vez se retrasa

 violencia (machista) por salirse de la norma. Por eso, a menudo   más” (23). En efecto, en Boulder, la aparición de la hija des-

 necesitan aislarse (no hacer caso de sus pediatras, a veces ni de   hace la unidad de la pareja en favor de una nueva realidad

 sus propias familias) y unirse a grupos de apoyo o de crianza que   amatoria. Al mismo tiempo, se hace evidente la incapaci-

 constituyen espacios seguros. (“No existe”, n.p.)  dad de entendimiento entre Boulder y Samsa, y una falta de

         empatía profunda que conduce a la disolución de la pareja.

             Si bien se ha incidido en el aislamiento de la maternidad,


 7  Eva Baltasar dice en una entrevista titulada “Estando embarazada me   la frustración, la soledad, la rabia, el cansancio y aburrimien-
 convertí en un monstruo” que Boulder “describe la maternidad como un   to (Rich 53), en el caso de la novela, la que se siente aislada
 proceso que arrasa con todo. Es una metamorfosis” (n.p.). De hecho, Sam-

 sa es también un nombre “hablante” al remitir a La metamorfosis de Kafka   y sola es Boulder, pero es incapaz de ver que Samsa en mu-

 como he mencionado antes: si en Kafka observamos la monstruosidad de   chos sentidos también lo está. La infidelidad mutua agudiza
 Gregorio Samsa convertido en insecto, en Boulder, vemos la monstruosi-  esta desvinculación, que además se traduce en la posibilidad
 dad de la mujer convertida en madre y de esta maternidad como una for-

 ma de sexo todopoderoso.  de consumir otros cuerpos tras la maternidad: Boulder tie-





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 Revist a  de  al ce s XXI                              Número  5 , 2021-2023
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