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cambio en el significado social de la música, que incluso los trabajos de los postsubculturalistas apuntaban un des-
puede ir más allá de lo señalado por los postsubculturalistas acople entre el estilo y los procesos de construción identita-
(Del Amo, Letamendia y Diaux “El declive”). ria colectivos, señalando que eran más individuales y a tra-
Así, por un lado, las innovaciones tecnológicas, especial- vés del consumo, nuestras conclusiones postulan que ese
mente la digitalización, modifican las formas sociales de ac- desacople se amplía y atañe al estilo y los procesos identi-
ceso a la música, con un progresivo aumento de disposicio- tarios en general: la música y el estilo no funcionan tanto
nes más individuales que no requieren de redes personales como elementos de construcción identitaria diferenciada,
cara a cara —las cuales potenciaban la implicación emocio- sino que priman los elementos indiferenciadores, la hibri-
nal y la construcción identitaria grupal alrededor de la mú- dación y mezcla.
sica—. Por otra parte, la lógica del mercado cultural global, Estos cambios parecen tener reflejo en el ciclo de movi-
de usar y tirar, impacta en la música, disminuyendo su ca- lizaciones de protesta de la década de 2010 que, especial-
pacidad de proveer significado social e identidad, incluso de mente en el marco europeo, tiene una característica princi-
forma individual y fragmentada como apuntaban los post- pal y diferencial respecto de otros anteriores: no parece tener
subculturalistas. una banda sonora característica y definida. Es cierto que
Como resultado, podríamos asistir a un cambio en el sig- hay ejemplos puntuales, en las primeras primaveras árabes
nificado social de la música, pasando de ser un elemento de (Valassopoulos y Mostafa), o Portugal (Silva et al.), o en la
construcción identitaria hacia uno de sociabilidad comuni- re-utilización de algún tema de los 60 en las movilizaciones
cativa (Del Amo, Letamendia y Diaux “El declive”). Hoy soberanistas en Catalunya, como “L’Estaca” de Lluis Llach,
en día, en el marco de un capitalismo tardío que ha frag- o muy anteriores como el propio himno nacional “Els Se-
mentado las estructuras sociales y culturales, su principal gadors”. Sin embargo, de forma general y especialmente en
función sería la de compartir, proveyendo un lenguaje co- occidente, no puede vincularse este ciclo de protesta de for-
mún para la sociabilidad. Esto es, una primacía de lo que ma intensa a un estilo o género musical, como pasase ante-
Megías y Rodríguez denominan elementos indiferenciado- riormente, ni la movilización de la música parece tener tan-
res en la música, frente a los diferenciadores que propicia- ta importancia (Del Amo, Party & Borroka 291-7).
ban (neo)tribus identitarias (Hesmondhalgh). Ello explica Todo ello, en efecto, resulta coherente con los cambios
el auge de fenómenos masivos como los festivales o la retro- señalados respecto al significado social de la música. Y tam-
manía: lo importante sería juntar gente, y en torno a can- bién con los nuevos imaginarios populares/populistas que
ciones conocidas, que permitan cantar y bailar juntos, bien desarrollan las protestas postcrisis de los 2010 (Del Amo,
sea de grupos de moda en los medios (Del Amo, “Lo que “El retorno del pueblo” 75-82). En efecto, la propia crisis
suena en Gaztea Irratia” 28) o viejos clásicos. En suma, si supone la cristalización y estallido público de algunos de los
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Revist a de alces XXI Número 4 , 2019-2020