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cambios sociales que venían gestándose de forma semi-so-  históricos (Del Amo, Letamendia y Diaux “Arte y disiden-

 terrada durante la globalización, una fragmentación y pre-  cia” 31-2). En lo que tiene que ver con el movimiento fe-

 carización del mundo social, y también del cultural de la   minista, por ejemplo, encontramos una banda sonora de lo


 mano de las lógicas postmodernas y multiculturales (Jame-  más amplia. Entre otras, podemos destacar la canción “A la

 son 271).  huelga compañeras,” versión punk de “A la huelga” de Chi-

 Así, el ciclo de protesta de la década de 2010 supone un   cho Sánchez Ferlosio que miles de mujeres entonaron fren-

 giro material en temáticas e imaginarios. Y en este sentido   te al ayuntamiento de Bilbao el 8 de mayo de 2018.  Tam-
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 apunta al mismo fenómeno de fondo respecto a los cam-  bién “Yo por ellas, ellas por mí,” una canción producida por


 bios en el significado social de la música: la primacía de los   la Comisión 8M en la que participaron artistas de forma-

 elementos indiferenciadores y los grandes eventos, en las   ciones con estilos muy diferentes, pero que tienen una cosa

 plazas o en estallidos de protesta (Del Amo “Las rupturas   en común: todas sus composiciones están atravesadas por

 postcrisis”, Del Amo y Letamendia). Esto refleja el agota-  una fuerte reivindicación feminista. Entre estas artistas en-


 miento, en unas sociedades crecientemente fragmentadas   contramos a la vocalista y a la DJ de Tremenda Jauría, ban-

 y desarticuladas, de las construcciones identitarias diferen-  da que mezcla cumbia, reggaeton y trap, o a las cantantes

 ciadoras, la superación de las pequeñas “tribus” de Maffe-  de la banda de punk-rock fusión Mafalda. Además de estas,

 solli, y la búsqueda, a veces espontánea, impulsiva y espas-  también participaron la rapera vasca La Basu, el conjunto


 módica, de construcciones en común; “hemos descubierto   de música tradicional gallega de letras feministas Punkere-

 la fuerza de los encuentros cara a cara y de los compromi-  teiras, y las artistas de trap y reggaeton Tribade, entre otras.

 sos, y hemos entendido que vivimos en un contexto don-  Todo ello presenta una banda sonora estilísticamente muy

 de son extremadamente difíciles e improbables” (Rendue-  variada, pero que forma parte de un mismo movimiento so-


 les 194). Ello, en consecuencia, complica la vinculación de   cial. Otro ejemplo podría ser el de las playlists que el BNG

 las nuevas protestas a una estética musical concreta y pone   presenta en su página de perfil de Spotify y que usó tanto

 de relieve una aparente contradicción: las actuales protestas   en la campaña para las elecciones generales de 2019 como

 son más estéticas en sí mismas (Letamendia “Towards the   para las autonómicas del 2020. En estas listas encontramos


 Aestheticisation”), pero no parecen tener una banda sonora   estilos tan variados como el rock/rap vanguardista de Os Re-

 identificable.  sentidos, el punk fiestero de Lamatumba, el pop más clásico

 Y es que, no obstante, todo esto no significa que la músi-  de Pucho Boedo, Andrés do Barro o Xil Rios, la música folk

 ca haya desaparecido de las protestas y movilizaciones socia-  gallega de Treixadura o A roda, el rap de Dios Ke Te Crew e


 les contemporáneas, sino que su movilización y articulación

 adquiere formas diferentes a las de otras fases y contextos   4  www.youtube.com/watch?v=e6KxL1xFsKk






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 Revist a   de   alces XXI                                    Número  4 , 2019-2020
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