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Rubio hizo en su muro de Facebook del escritor dedicado
a su “puro” arte se aviene bien a lo que hasta hace poco era
la actitud predominante de ciertos escritores consagrados o
con vocación de entrar en el establishment:
El escritor ‘no me interesa’, tan interesante, tan subversivo, tan
anodino: ¿Y la trama? No me interesa, eso son cosas del XIX/ ¿Y
el estilo? No me interesa la prosa sonajero, no soy un formalista,
un barroco/ ¿Y el estilo contenido? No me interesa, imitadores
de Carver ya hay muchos/ ¿Y la política? Yo escribo literatura,
no redacto pasquines/ ¿Tus contemporáneos? No me interesan,
voces tumultuarias, obsesionados por destacar/ ¿Los clásico? No
me interesan, ya no me dicen nada/ ¿El lenguaje? No me inte-
resa, es una herramienta más, no un fin en sí mismo/ ¿Tu país?
Por favor, me interesa igual que Armenia, yo soy un hombre de
mundo/ ¿El mundo? No me interesa, la única forma de ser uni-
versal es ser local/ ¿Las nuevas tecnologías? Las uso para ver por-
no, pero no me interesan en la literatura/ ¿El presente? No me
interesa, la literatura va más allá de lo inmediato/ ¿El fragmen-
tarismo? No me interesa, salvo para toser/ ¿La literatura de gé-
nero? Los fantasmas me dejaron de asustar a los siete años/ ¿El
cine y las series? No me interesan, eso son narrativas para analfa-
betos/ ¿Viajar? No me interesa, yo tengo imaginación/ ¿La calle?
Está bien para las prostitutas y los vándalos, lo mío es la biblio-
teca/ ¿Los libros? Aparte de los míos, no me interesan mucho;
lo siento, yo soy un escritor de vivencias, no libresco/ ¿La litera-
tura extranjera? No me interesa, yo sólo hablo español y no leo
traducciones/ ¿Las otras literaturas en español? No me intere-
san, compartir lengua es un capricho de la historia, yo no ten-
go la culpa/ ¿La literatura nacional? No me interesa, hay que ver
más allá de las fronteras, liberarnos de nacionalismos y provin-
cialismos/ ¿Los jóvenes? Estarán aprendiendo, que se lean ellos,
a mí no me interesan/ ¿Los viejos? Caspa y alcanfor, hace déca-
das me interesaron, ya no/ ¿El humor? Esto es literatura, para
chistes hay que ir a la cantina/ ¿La sociedad? Eso le interesará a
los periodistas de sociedad, no a mí/ ¿La historia? Si se piensa,
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la historia es pasado, y el pasado es muerte; no me interesa/ ¿La
poesía? De joven leí a Neruda, pero dejó de interesarme/ ¿El yo?
Me lavo el ombligo todos los domingos; el resto de la semana
intento pensar en otra cosa/ ¿La realidad? Es una convención
que me da igual yo estoy ocupado creando la mía/ ¿La cultura
popular? Las masas por definición son idiotas/ ¿La alta cultu-
ra? No me interesa, detesto los elitismos/ ¿Sus libros? Humilde-
mente creo que no están mal; acercarse a ellos es la única forma
que hay hoy en día para entender nuestro tiempo, comprender
el pasado, predecir el futuro y desentrañar de una vez el antiguo
enigma que es la vida.
En este panorama entre autosatisfecho y todavía acomple-
jado (dos características que, por cierto, también definen a
los nuevos ricos) irrumpió un grupo de escritores a los que
la periodista cultural Nuria Azancot bautizó en el suple-
mento El Cultural del diario El Mundo como Generación
Nocilla, quienes, en líneas generales, se decantaban por una
literatura que rompía con un tipo de narrativa más conven-
cional, heredera del realismo decimonónico (caracterizado
por el uso de una estructura lineal y del narrador omnis-
ciente, así como por la importancia dada al personaje y a
la trama, entre otras cosas). Esta decantación no se hizo sin
acusar al establishment literario de practicar un tipo de na-
rrativa “anticuada”. Una de las acusaciones más frecuentes a
este establishment fue la de haberse quedado en un realismo
galdosiano. Ahora bien, esta acusación sólo podía tomarse
en serio si se obviaba a algunos de los narradores españo-
les más importantes de finales del siglo XX y principios del
siglo XXI, cuya literatura no responde a este modelo: En-
rique Vila-Matas, Belén Gopegui, Javier Tomeo, Cristina
Fernández Cubas o Javier Marías, por citar a algunos. La
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Número 1 , 2013