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mejor decir, el ambiente, el caldo en el que se cocina el cir-  culturalmente  pobres).  Se  trata,  sencillamente,  de  mirar  por

 cuito, en la medida en que difícilmente los libros escapan a   encima del hombro a quienes no son tan ricos ni tan cool como

 ciertos condicionantes ambientales. A este respecto, puede   tú. (Lenore 120, 122-23)

 establecerse una analogía con este suceso contado por Víc-

 tor Lenore en el mentado libro CT o la Cultura de la Tran-  Boom inmobiliario

 sición a propósito de lo ocurrido en el mundo de la música:
         Hasta antes de la crisis, lo diagnosticado por Vázquez Mon-

 Hay una anécdota graciosa sobre la Movida. Un mítico locutor   talbán en La literatura y la construcción de la realidad demo-

 de la BBC, John Peel, opina sobre Madrid en los ochenta: ‘Los   crática, que a su vez es el leitmotiv del citado libro CT o la
 grupos modernos no me parecen gran cosa, pero los Chichos y   Cultura de la Transición: la neutralización del poder crítico

 los Chunguitos son la hostia’. Podemos imaginar los caretos de

 horror de muchos modernos al descubrir que dos bandas de gi-  de la literatura y de su posibilidad de intervención en lo real
 tanillos habían eclipsado la agitación pop del momento. La mú-  como instancia no siempre legitimadora, era posible detec-

 sica moderna en España, empezando en esos años, siempre ha   tar en el discurso de buena parte de los escritores el énfasis
 tenido cierto afán de distinción, de hacer que el oyente se sien-  en la vocación “puramente” literaria, desvinculada de cual-

 ta por encima del resto de los mortales. Se ha impuesto más el   quier “ideología”, palabra que entrecomillo porque resul-

 concepto de escena o tribu que la idea de que la mejor música
 popular es la que explora los conflictos comunes a todos. La in-  ta cuanto menos curiosa la utilización, de un tiempo a esta

 mensa mayoría de los grupos españoles se forman entre los jó-  parte, de este concepto: dando por hecho que es posible ac-

 venes que pueden permitirse comprar discos, instrumentos y   tuar más allá de toda ideología y según un orden “natural”
 viajes al extranjero. Es lógico que sus canciones reflejen preci-  de las cosas. Así, al igual que el constructor se hizo rico gra-

 samente los valores de las clases media y alta (aunque sería de-  cias a ese movimiento “natural” del mercado, que se auto-

 seable que aprendieran a combatirlos o al menos desmontar-  rregula si se le deja solito y da lugar al mejor de los equili-
 los). (…) ¿Por qué se puso de moda cantar en inglés en los años

 noventa? Quizá fue una especie de alucinación colectiva, pero   brios, también muchos literatos se enrocaron en su “pura”
 es más probable que tenga relación con el ‘espíritu de la época’.   labor al margen de ideologías y en nombre de la Calidad

 En los años noventa, España consigue al fin meter la cabeza en   Literaria, pretendiendo que ésta no obedece a ninguna con-

 los circuitos de la economía global. Nuestro primer ejército de   vención. El escritor se desligaba así, mediante su obra, de la
 ejecutivos bilingües acabaría conquistando Sudamérica para el   ideología y por ende de cualquier condicionamiento social,

 Ibex 35 con los millones ganados en las privatizaciones de Repsol,
 Endesa o Telefónica. Una década antes, ya se había instaurado   y la literatura se convirtió en una forma de desclasamien-

 en la clase media española (bueno, media-alta) la costumbre de   to, de instancia dadora de estatus para regodeo del ego del

 mandar a los niños a estudiar a Inglaterra o Estados Unidos.   artista, que se instaló en una torre de marfil. Aunque algu-
 El  resultado  ha  sido  una  mentalidad  imperial,  consciente  o   nos puntos no se correspondan con la idiosincrasia españo-

 no, en la que se impone la anglofilia (grimosa anglofilia) y se   la, esta caricatura que el autor mexicano Federico Guzmán

 ningunea la música de los países pobres (o que ellos consideran






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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  1 , 2013
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