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su contra, pero que tampoco lo están a su favor; del retro- centros, y eligiendo a la familia formada por Teresa y Ma-
ceso y la disolución de unos derechos de los que no disfru- nuel como su eje narrativo con la pretensión de hacer tanto
tan por estar estos vinculados al lugar que ocupan; de cómo de éste último, como de su hijo menor, Juan, los intérpretes
un grupo de población puede ser racializado después de ser principales de este documental. El primero, ejerciendo de
privado de recursos básicos y tratado como si fuera un mero cabeza de una familia numerosa y líder de las reivindicacio-
desecho humano; y de cómo esta amenaza siempre presen- nes de los vecinos del barrio mientras que, sin embargo, sus
te y no tan alejada cada vez entiende menos de fronteras, ya dotes de autoridad se ven cada día más mermadas; el segun-
sean físicas o simbólicas, y más de violencia sistémica. do, de alterego y sucesor de su padre, heredero no tanto de
Ejerciendo de intermediario entre dos historias locales sus reivindicaciones como de todos sus males; y ambos, de
que se enfrentan y están destinadas a reconocerse mutua- cicerones de Can Tunis a la par que testigos más que prota-
mente, la de los vecinos de Can Tunis y la de sus especta- gonistas de la fragmentación de su barrio, de la desestruc-
dores, este filme documental refleja la necesidad de plantear turación de su familia y de su propio quiebre tanto físico
un encuentro dialógico que huya de dicotomías para optar como emocional.
por la búsqueda común de un punto de salida, y ya no de El resultado es un documental que adopta una perspecti-
llegada, a tanta ruina. Uno desde el que se mire conjunta- va crítica hacia la modernidad mostrando los efectos de un
mente hacia lo que se puede hacer, y no solo a lo que pue- legado colonial del que, sin embargo, tampoco puede des-
de desaparecer, apostando para ello por el pensamiento de- vincularse. Can Tunis, en el momento anterior al anuncio
colonial frente al esfuerzo recolonizador, como pronostica de una crisis de la que sí que había señales, pero no recono-
Michel Agier en Borderlands (2016), así como por la refor- cimientos oficiales, y en el que la línea que separa al sujeto
mulación de una identidad colectiva que se incline, en pa- moderno imperial del colonial, utilizando la terminología
labras esta vez de Étienne Balibar en We, The People of Eu- de Mignolo, está siempre más difuminada, opta por presen-
rope? (2004), hacia el demos, el derecho a tomar decisiones tar una lectura alegórica del presente más inmediato refle-
y a adquirir derechos fundamentales a través de acciones co- jando la inquietud de los primeros, los que se creen mayo-
lectivas, para alejarse del ethnos, el mero hecho de existir y ría por consenso, ante lo que pueden perder y llegar a ser,
estar por pertenecer a una comunidad históricamente ima- y emulando su reticencia a participar en relaciones dialógi-
ginada (9, 157). La cámara de Can Tunis se hace eco de esta cas que no sean asimétricas; ya sea recurriendo a un princi-
invocación a reexistir, no solamente a resistir para poder se- pio de no intervención que aboga por el silencio cuando es
guir sobreviviendo, adelantándose a los acontecimientos, si- hora de exigir respuestas, ya sea inclinándose hacia la mera
tuándose a un paso por detrás de las voces del barrio, en los observación de un problema que se sospecha como com-
márgenes de esos cuerpos que están llamados a ser nuevos partido, pero que todavía no puede ni debe ser considerado
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Revist a de al ce s XXI Número 6 , 2024