Page 37 - Revista6
P. 37

de derribo se diera así por terminado. Durante esos más de   to de Barcelona y éste, desde su posición como empresa de

 dos años, con una sola cámara y sin otra financiación que la   titularidad estatal, acordó abonar 6 millones de euros a la

 suya propia, en un respetuoso silencio y fieles al principio   administración local casi tres décadas más tarde con el pro-


 de no intervención, ambos directores se convirtieron en tes-  pósito de seguir expandiendo sus dependencias hacia el sur

 tigos cotidianos de la destrucción del barrio, así como del   de la ciudad. La construcción de un aparcamiento y de un

 impacto de su desaparición en los que ellos consideraban   almacén para mejorar tanto el acceso al puerto como el trá-

 ser los protagonistas indiscutibles de este particular evento:   fico de mercancías sentenciaban, en el celebérrimo 1992,

 los vecinos en su mayoría romaníes de Can Tunis que, hasta   el punto y final del barrio; una decisión que se suscribía en


 los últimos meses de vida en el barrio y desde que llegaran a   aquel año olímpico en el que también se firmaba el Tratado

 él dos décadas antes, no cesaron de exigir públicamente su   de Maastricht, acontecimientos ambos que celebraban la

 derecho a una vivienda digna.  ilusión de vivir en un mundo intercultural y sin fronteras,

 Asentados en el barrio temporalmente a la espera de una   bajo la excusa de sanear un lugar como Can Tunis. Oportu-


 solución permanente a su precaria situación habitacional,   namente incomunicado de una ciudad a la que solo le unía

 y después de haber sido desalojados de diferentes zonas de   una línea de autobús y delimitado tanto por una vía rápida

 una ciudad en constante proceso de remodelación, los úl-  como por las vías de ferrocarril del puerto, el barrio no ha-

 timos vecinos de Can Tunis se convirtieron en 1979 en los   bía tardado en sucumbir al olvido de las promesas institu-


 nuevos residentes de un proyecto diseñado específicamen-  cionales y en pasar a ser popularmente reconocido, gracias

 te para población romaní bajo el significativo nombre de   al siempre productivo ejercicio de derivar culpas para encu-

 Can Tunis Nou, en catalán, y Avillar Chavorrós, “venid ni-  brir el olvido intencionado de responsabilidades, como el

 ños”, en caló. “Nou” porque del Can Tunis anterior ya se   “mercado de la droga” de Barcelona.


 había trasladado a los por entonces habitantes no romaníes   En este ensayo se analiza el modo en el que Can Tunis

 del barrio a los polígonos de Sant Boi (1968) y de La Mina   (2007) vaticina, en los años previos a la explosión de la bur-

 (1979), y “Avillar Chavorrós” porque el papel de sus nuevos   buja inmobiliaria en 2008, y desde un lugar en el que la

 ocupantes, además del de representantes de una minoría ra-  mayoría de sus habitantes representa a la minoría racial más


 cializada, no podía ser otro que el de pasar a depender, como   numerosa del país y de Europa, el agotamiento de un mun-

 avisaba este apelativo tan conciliador en tiempos pre-demo-  do escenificado jerárquicamente, parafraseando a Jean Bau-

 cráticos como cargado de rastros paternalistas heredados del   drillard en Cultura y simulacro (1975), mostrando cómo el

 franquismo, de unas instituciones públicas que se negaban   concepto de raza irrumpe en la narrativa cotidiana, en pa-


 a dar por deshabitado el previsiblemente fructífero suelo del   labras ahora de David Eng en “The End(s) of Race” (1486),

 barrio. En 1966 se había iniciado la ampliación del puer-  para cuestionar los ideales modernos tanto de desarrollo






 36                                                                                                            37
 Revist a  de  al ce s XXI                                            Número  6 , 2024
   32   33   34   35   36   37   38   39   40   41   42