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ne otro de esos personajes en la sombra que desde mediados   cuente en las críticas y reseñas del filme que se invoque un

 de los años 1970 se decidió al engaño como modo de vida.   marco picaresco o se haga referencia a cierto tono sainetes-

 Basada en hechos reales, El hombre de las mil caras cuenta   co en él, invocando así de nuevo el discurso de la diferencia


 las maquinaciones de Francisco Paesa (Eduard Fernández),   española, el de su excepcionalidad frente a modelos euro-

 embaucador, banquero, traficante de armas, colaborador de   peos de modernidad y progreso. Por otra parte, ese discur-

 los servicios secretos españoles y delincuente de cuello blan-  so lo contrarresta de manera contundente lo que la película

 co. Después de repasar brevemente su participación en la lu-  de Rodríguez vuelve a tener de thriller de calidad. En efec-

 cha contra el grupo terrorista ETA en 1986 y su involucra-  to, vuelve a ser la calidad técnica y la solvencia genérica la


 ción en el caso GAL dos años después, la cinta se centra en el   que sitúa El hombre de las mil caras en esa órbita de presti-

 papel de Paesa para facilitar la fuga del exdirector de la guar-  gio transnacional en la que se encuentran directores de clá-

 dia civil Luis Roldán (Carlos Santos). Nos hallamos a mitad   sicos en este tipo thriller como Fred Zinnemann y Alan J.

 de los años 1990 y el político está acusado de toda una se-  Pakula, o innovadores recientes como Steven Soderbergh. El


 rie de delitos fiscales entre los que destaca la malversación de   montaje, la cinematografía, incluso los exteriores potencian

 caudal público. La película pone un énfasis especial en mos-  la voluntad transnacional de esta película. Las localizaciones

 trar la habilidad con la que el exespía español hace desapa-  en diversas capitales europeas en particular aportan el cos-

 recer el dinero sustraído y luego media con el estado para la   mopolitismo propio del thriller de espionaje clásico. Gine-


 eventual entrega del fugitivo. El filme termina con la huida   bra es uno de los escenarios del filme, así como París, pero

 del propio Paesa tras quedarse con todo el dinero, una huida   también Singapur en una ampliación del círculo de los pa-

 que incluye su fingido fallecimiento en 1998. Una coda fi-  raísos fiscales al alcance del político español corrupto. La to-

 nal nos lo presenta vivo en las calles de París a principios de   rre Eiffel, la catedral de Notre Dame o el distrito financie-


 los años 2000, negando ser quien es. Las intrigas de este per-  ro del país asiático constituyen el decorado de fondo de un

 sonaje abarcan así lo que la vida democrática española. En   filme que arrancó con metraje documental de una violencia

 palabras de Jesús Camoes (José Coronado), el personaje-na-  política muy precisa. En la vertiginosa presentación de los

 rrador del filme, estamos ante la historia del “hombre que   primeros pasos del protagonista en los tratos con los servi-


 engañó a todo un país,” en una época en la que “el cielo era   cios de inteligencia española, Rodríguez usa imágenes tele-

 de unos pocos.” Mentiras y desigualdad son los conceptos   visivas de atentados de ETA y los GAL. Pronto asistiremos a

 que enmarcan esta historia y la década en la que tiene lugar.  encuentros secretos en el Louvre. La violenta realidad nacio-

 Ahora bien, como en el caso de La isla mínima, el texto   nal se inserta literalmente en esa otra criminalidad financie-


 fílmico parecería estar sujeto a fuerzas interpretativas que lo   ra global del thriller político. La década del neoliberalismo

 localizan o lo globalizan. Por una parte, es relativamente fre-  espectacular se convierte en engaño, duplicidad, suspense y






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 Revist a  de  al ce s XXI                                            Número  6 , 2024
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