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o castigo. Todo ello retratado y transmitido mediante una española en la órbita de un thriller global de calidad, sino
“producción de calidad,” una en la que importan sobrema- que la hace depender mucho menos de una genealogía na-
nera lo que en inglés se llama, en plural, “production val- cional de tremendismos y violencias endémicas. Especial-
ues,” un término que no voy a considerar solo como buen mente cuestionable es hablar del “retorno” de los directores
hacer técnico, sino que se convierte en un factor relevante españoles a “the brutality of Spaniards, their residual ani-
en la discusión de las relaciones entre cine y nación. mality of conduct, with insistence even on the same broad
Como cine de género, como thriller de calidad, La isla mí- metaphor —human relations as a hunt” (“la brutalidad de
nima no tiene nada que envidiar al producido por otras in- los españoles, la animalidad residual de su conducta con in-
dustrias cinematográficas, la de Hollywood incluida. Ese sistencia incluso en la misma metáfora extendida —las rela-
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es uno de los comentarios recurrentes en la valoración del ciones humanas como caza”; mi trad.; Hopewell, citado por
cine de Rodríguez y del de una serie de directores de género Whittaker, “Crime” 48). Referencias culturales de esta ín-
que se afianzan como tales en las primeras décadas del siglo dole revelan presunciones esencialistas o discursos de excep-
XXI: Enrique Urbizu, J.A. Bayona o, como veremos, Ro- cionalidad nacional diametralmente opuestos a la voluntad
drigo Sorogoyen. Al reseñar la película de Rodríguez, por transnacional de este cine de género (y de calidad). Como
ejemplo, se suele invocar el nombre de prestigiosos direc- tal, La isla mínima puede insertarse en un proceso global
tores de género como David Fincher o David Lynch. Tam- de reinterpretación geopolítica del thriller al que se suman
bién resulta reveladora la ubicua comparación de La isla mí- las surcoreanas Memories of a Murder (Bong Joon-ho 2003)
nima con la primera temporada de la serie norteamericana y No Mercy (Hyeong-jun 2010), la sueca The Girl with the
True Detective en la que otra pareja de detectives investigan Dragon Tatoo (Oplev 2009), la argentina El secreto de sus ojos
los crímenes de un asesino en serie en el sur de Estados Uni- (Campanella 2009) y el mismo “remake” alemán de la pe-
dos. Toda esta red de asociaciones no sólo sitúa la película lícula de Rodríguez, Free Country (Alvart 2019) —y vuel-
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vo a seleccionar thrillers donde es fundamental la existen-
cia de mujeres asesinadas a menudo de manera grotesca—.
13 Debo decir que con la expresión “cine de calidad” no opongo cine de
autor a cine de género. Esa es la acepción que utilizan las citadas Cam- Con esos parámetros interpretativos, incluso la tan específi-
poresi y Fernández Meneses. “Cine de calidad” aquí indica competencia ca presencia de espacios locales da pie a lecturas más expan-
genérica y técnica, sobre todo. En otras palabras, se opone a otro tipo de
cine de género que en algunos contextos culturales se llama cine B y que
en otros, incluyendo el español, se asociaba con un cine de género hecho
con menos medios, con los limitados recursos propios de una industria mientras que el estreno de la película española es de septiembre de ese
cinematográfica anémica. mismo año. No hay influencias directas, aunque las víctimas son, de
nuevo, mujeres jóvenes y atractivas, asesinadas esta vez en una suerte de
14 La serie debuta en la cadena de pago HBO en noviembre de 2014, ritual satánico en parajes naturales igualmente ominosos.
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Revist a de al ce s XXI Número 6 , 2024