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la realidad. Del mismo modo en que el manchego presenta-  acercan a nuestra realidad” —comenta Montserrat Herrero

 ba la edad de oro a través del “rechazo de lo negativo que hay   (274)— y no es de extrañar que en períodos de crisis, “mo-

 en la edad que le ha tocado vivir” (Albaladejo 276) diciendo   mento[s] histórico[s] en los que las respuestas a las cuestio-


 “[n]o había la fraude, el engaño ni la malicia mezcládose con   nes fundamentales de la existencia individual y colectiva se

 la verdad y llaneza” (Cervantes, capítulo XI), Enrique ala-  han hecho viejas” (269), los autores hayan recurrido histó-

 ba La Atalaya a partir de aquello que falta en Montepinar: la   ricamente al caballero de la triste figura para entender la pa-

 paz, los pagos a tiempo y la positiva convivencia vecinal.   radójica y fracasada esencia de la nación española. Para Ma-

 La poca atención que Antonio y Coque prestan a las ala-  nuel Azaña, “la identidad del Quijote y España es única”


 banzas de Enrique en mucho recuerda también a lo poco que   (1109) y “Cervantes al expresarse, expresa España” (1112).

 los cabreros y Sancho —más interesados en comer bellotas—   Si bien en la mayoría de los personajes de Montepinar se

 entendieron el discurso del hidalgo por lo que el diálogo en   puede observar un cierto aire quijotesco —al fin y al cabo,

 esta instancia resulta fallido y el discurso de don Quijote que-  todos viven creyendo que son lo que no son y en su fingir


 da reducido a un mero ejercicio retórico como los muchos   nos roban la carcajada— tal vez sea Recio el que de una for-

 pronunciados por Enrique ante sus vecinos en su cualidad de   ma más clara se erija como el deformante espejo en el que se

 consejero de juventud y tiempo libre del ayuntamiento o de   refleja todo aquello de lo que la nación española debe des-

 vecino/presidente de la comunidad. La ineficacia del diálogo   prenderse para despertar a la cordura.


 en la escena recién comentada y los valores yuxtapuestos que   Referido por sus vecinos como el “el rancio”, “el pesca-

 rigen las vidas de estas dos figuras quijotescas (Enrique y An-  dero” o “el loco”, Antonio tiene de sí una imagen muy di-

 tonio) permiten ser leídos en conexión con la forma en la que   ferente. “Mayorista” que “no limpi[a] pescado”, el Recio se

 la nación española es y ha sido históricamente entendida por   cree dueño del gran imperio “Marisco Recio”. Lo que para


 sus ciudadanos y con la dificultad que España ha tenido para   Antonio es un gran imperio no es más que una humilde fur-

 la consecución de un proyecto común pues, como ya comen-  goneta en la que él es el único contratado por lo que se verá

 taron los autores de la Generación del 98, “[d]e lo que se tie-  obligado —como constantemente se queja— a levantarse a

 ne que desprender España … es del espíritu de agresión [en-  las cinco de la mañana para efectuar los repartos. No será


 carnado en Antonio], y cambiarlo por un espíritu de diálogo   hasta más adelante que Antonio contratará al inmigrante

 [encarnado en Enrique]” (Herrero 278), espíritu de diálogo   colombiano Rosario Parrales (Carlos Alcalde) y alquilará,

 que, si bien prevalece en La Atalaya, es inexistente en Mon-  más adelante todavía, un pequeño solar que convertirá en

 tepinar.   la nueva pescadería. La constante y cómica referencia a su


 “Don Quijote va formando su personalidad histórica   gran imperio invita a reflexionar sobre el gran imperio que

 hasta nuestros días, va adquiriendo sentidos nuevos que le   también España creía tener a finales del siglo XIX y, sobre-






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 Revist a  de  al ce s XXI                              Número  5 , 2021-2023
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