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sería obtener reconocimiento simbólico y jurídico-real, así   ha tenido que gastar históricamente parte de su despensa psi-

 como su traducción en políticas del trabajo materno, como   coenergética en sortear y manejar las demandas y exigencias

 uno de los trabajos no reconocidos que se acumulan sobre   páter atencionales, asumiendo que un caudal energético ha


 los cuerpos que hacen posible la continuidad de las fuerzas   sido derramado en macho-exigencias.

 vivas, de las que depende inexorablemente el páter sistema.  Como cierre de estas psico-condiciones-internas que per-

 Cuidar-como-estado-vital-en-aislamiento impide poder ar-  miten la supervivencia del paternalismo devaluador introyec-

 mar una estructura de distribución de cuidados que re-  tado, encontramos, como tercera variable, la negación de la

 conozcan las tramas que lo posibilitan pues, según indica   potencia económica, la riqueza y el capital acumulado que


 María Puig de la Bellacasa, “no es sólo que las relaciones im-  producen los trabajos maternos, los cuales se tratan de prácti-

 pliquen cuidado; el cuidado es, de por sí, relacional” (1).    cas continuadas en el tiempo con un fin determinado que se
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 Dentro de este entramado, la segunda variable tiene que   desarrollan en el espacio doméstico. Tal espacio es entendido


 ver con las dinámicas inconscientes sedimentadas, profun-  como un lugar librado a sí mismo, donde la responsabilidad

 damente cinceladas en el cuerpo social, a partir del psicons-  de lo público no opera por herencia de expoliación de lo aje-

 tructo madre-en-función-padre (Sau, 91/107), el cual está in-  no del blanco-falo-páter-familias romano, y su libre disposi-

 trincado en expropiando-para-ser. Estas dinámicas parten de   ción o soberanía totalitaria sobre lo que acontecía dentro tal

 la creencia de que la fuerza vital que proviene del cuerpo-co-  espacio.


 munidad-femenino está en función-de-otro, en base a unos   Esta negación imposibilita el reconocimiento del valor mo-

 procesos de socialización diferenciados desde que se comien-  netario o traducción en términos de equivalencia o coste de

 za el desarrollo del asunto vital propio en el planeta Tierra.    oportunidad de las horas invertidas en tales trabajos respon-

 De este modo, por un lado, está la macho-identidad de   sables de la continuidad de las fuerzas vivas de nuestra especie


 “estar-sí-mismo” (fuerzas en sí y para sí) y, por otro, la socia-  como animales-humanos. Al negarse la evidencia de que tales

 lización del “estar-para-otros”, rasgo identitario del cuerpo-co-  horas trabajadas en el sostén de menores no pueden ser des-

 munidad-femenino (fuerzas para sostener a los demás y fue-  tinadas a otras prácticas continuadas, las horas no traducidas

 ra del sostenerse a sí mismx). De ahí, surge la pregunta de si   en lo real-jurídico no pueden ser extrapoladas a otros trabajos


 seremos ya sabedoras de cómo el cuerpo-comunidad-femenino   no-maternos. Como señala un reciente informe en Argenti-

         na, el valor del trabajo doméstico no remunerado constituye


 5  Puig de la Bellacasa, a partir de una lógica harawayana donde la reali-  el 16% del PIB. Todo esto genera estructuras de dependen-

 dad se plantea como verbo activo, nos precipita a un situacionismo espe-  cia económica/logística e imposibilita la emancipación de los
 culativo relacional, el cual propone deshacernos del escepticismo corro-  cuerpos que asumen trabajos reproductivos no-externaliza-
 sivo, enfatizando en un enfoque no normativo del cuidado como ética

 especulativa, desde fundamentos ontológicos.  dos, además de reforzar la esencialización de tales trabajos.





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 Revist a  de  al ce s XXI                              Número  5 , 2021-2023
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