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La serie se distingue ideológicamente de los filmes del pe-
ríodo autárquico, más en línea con los trabajos de Díaz Ya-
nes y otras producciones históricas de finales del siglo XX e
inicios del XXI, las cuales conforman “nuevas reinterpreta-
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ciones del Siglo de Oro, en las cuales las fronteras entre el
bien y el mal acaban difuminándose y el héroe clásico de-
viene antihéroe perdido en un mundo de corrupción, cuya
decadencia moral se transforma en decadencia física” (Ca-
marero Gómez 107). Los personajes son, por tanto, indivi-
duos dolientes, falibles, que habitan universos muy lejos de
toda idealización histórica y, en este sentido, La peste no es-
conde sus postulados. Desde el propio título se puede perci-
bir su intencionalidad, explicitada del todo con el discurso
de Monardes, médico avanzado a su tiempo en esta Sevilla
de inicios del siglo XVII:
Todo vuelve, como la peste. Ahora la gente celebra por las calles
que se ha acabado, se emborrachan y gritan de alegría por todas
partes. Ignoran que la peste no desaparecerá nunca. Permane-
cerá dormida, en los muebles y en la ropa, en los sótanos y en
los arcones, esperando pacientemente a que el hombre vuelva a
despertarla. Nada nuevo bajo el Sol.
Estas palabras aluden, en una cita prácticamente calcada,
a otro discurso del conocidísimo libro de Albert Camus, La
peste (1947), lo que establece una conexión filosófica entre
2 Adaptaciones como La Celestina (Gerardo Vera, 1996) o Lazarillo de
Tormes (Fernando Fernán Gómez y José Luis García Sánchez, 2000) o
pseudo-biografías como El rey pasmado (Imanol Uribe, 1991).
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Revist a de alces XXI
las dos obras, de corte existencialista. Tanto en el caso del
libro como en el de la serie, tales palabras apuntan más allá
del resurgir literal de una pandemia mortal, poniendo el
foco sobre las pestes figurativas que asolan a la humanidad
y a los parásitos que las transmiten, en este caso la ignoran-
cia, el odio, la codicia… De este modo, la serie de Alber-
to Rodríguez y Cobos también se vincula a nociones más
contemporáneas sobre el papel de la religión en la sociedad
o sobre la corrupción sistémica del estado español, encon-
trando un nuevo presente con el cual conectarse. Las solu-
ciones a una crisis sanitaria con claras reminiscencias a la
pandemia actual del coronavirus —aunque la serie se creó
antes de su estallido— pasan por una defensa desesperada
del humanismo y la ciencia, lejos de facilidades u optimis-
mo. Por ejemplo, hay una clara defensa del conocimiento
y la ciencia como pilares básicos, por parte de personajes
como Mateo o Monardes, con el objetivo de enfrentarse a
la superstición, el oscurantismo religioso y la corrupción.
Eso no quiere decir que sea un camino fácil, dado que tal
progreso científico e intelectual está en constante evolución
y también ha de aprender de sí mismo, ya sea debido a los
límites de una medicina por contrastar y sistematizar o al
vacío existencial causado por la negación de una deidad re-
dentora. De igual manera, la lucha por el conocimiento de
unos pocos entra en conflicto con los prejuicios e intereses
de muchos otros, por lo que la senda promete ser larga y fa-
tigosa.
En cuanto a la cuestión de la verosimilitud, La peste se con-
forma totalmente en contra de otras producciones como las
de Orduña, que han sido acusadas de dar una sensación de-
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Número 4 , 2019-2020