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batalla, por un lado por el acceso al espacio público de la   Esta vitalidad del material —que mantiene su fuerza enér-

 ciudad y por el otro por entrar en el espacio del capital fi-  gica después de ser desechado— forma parte de su potencia

 nanciero. A su vez, la imagen sitúa al espectador dentro de   como actante político.  Cuando la basura madrileña dejó
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 una relación histórica en la que el presente momento de cri-  de desaparecer con su predictibilidad de costumbre comen-

 sis sanitaria dialoga con un pasado no tan lejano en el que   zaron los residuos a cobrar una vida propia y se apropiaron

 Bankia fracasó como organismo financiero y en el que fue   de un poder expresivo comprometido, una subjetividad de

 rescatado y nacionalizado (en el 2012). Reflexionando so-  la que normalmente no gozan los desperdicios. En la Figura


 bre esta imagen, uno quiere pensar que el amontonamiento   11, sacada en los alrededores de la Plaza Tirso de Molina, se

 de bolsas de basura —precisamente en este lugar— surgió   percibe una intimidad potencial de la basura como objeto

 orgánicamente de una especie de voluntad crítica comuni-  liminal y el potencial que tiene el residuo para recordarnos

 taria, en que los vecinos de esta zona de la ciudad comen-  el paso constante de las cosas entre un estado de utilidad e

 zaron a dejar sus bolsas de basura no al lado de los conte-  inutilidad, entre el ser objeto humilde y luego cosa obstina-

 nedores, como vemos en otras imágenes, sino directamente   da con su propio destino (Hawkins 56), y como producto

 delante de una sucursal de Bankia. En este sentido, creo que   e índice de su propia temporalidad. [Fig. 11. El mundo es-


 la basura se puede entender, quizás, como “la cultura de   taba bien hecho. © María M. Valencia]. Detrás de los dos

 cualquiera” original (Moreno-Caballud).   bolardos que aparecen en primer plano de esta imagen apa-

 En todas estas imágenes de las calles y callejones de Ma-  rece un callejón nocturno donde yacen enormes bolsas de

 drid, las vías públicas aparecen transformadas en símbolos   plástico blanco, contenedores sin duda de residuos de algu-

 para el flujo no de personas, vehículos o mercancías, sino   na obra de reformación residencial. Quizá esta última inter-

 de productos obsoletos, desechos, basura. Las calles embal-  pretación es inspirada por el tono hogareño que transmite

 dosadas con envases, colchones, papeles sucios y otros dese-  el sofá que aparece situado en un plano medio entre los bo-

 chos inidentificables representan vías estancadas que refle-  lardos y las bolsas. El sofá no es tan desvencijado como para

 jan en su inmovilidad unos procesos económicos y sociales   imposibilitar la imaginación de un mundo más cómodo y


 que han dejado de funcionar (se supone) como funciona-  mejor hecho (para citar al poeta Jorge Guillén en uno de sus

 ban antes, y que ahora en su paralización ocupan una esfera   momentos más extáticos) que el presente en que residía el

 epistemológica: esta es la realidad madrileña capitalista de   mueble dentro de una casa de la vecindad. Ninguna casa es-

 principios del siglo XXI. Las calles, cuyos únicos transeún-  pecífica ni aparente corrobora la presencia del sofá, pero to-

 tes son la basura, sirven como evidencia de la existencia de   davía tiene el poder de “invocación en masa / a la memoria”

 una muchedumbre que apenas aparece en las imágenes, ha-

 ciendo así hincapié en el poder de la basura de actuar más   10
            Aquí me refiero a la ética existencial de las “cosas” que Jane Bennett
 allá del protagonismo de sus creadores.   sitúa en el centro de su tesis sobre la ecología política de la materia vital.






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 Revist a   de   alces   XXI                                  Número  2 , 2014-2015
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