Page 466 - Revista2
P. 466
la de la obra teatral de Buero Vallejo. Como en Historia de una posición dominante, llegando hasta a imponer sus sig-
una escalera, los peldaños y los descansillos son testigos del nos culturales, desde “el delirio barroco” de la mesa, a “la
inmovilismo social y de la penuria tanto material como aní- redistribución de bibelots” que transforma todas las super-
mica de los habitantes de un inmueble madrileño. Este in- ficies del riurau en “altarcillos donde rezar un padrenuestro”
movilismo parece caracterizar también la siguiente novela. (2012: 307). Estas figuras se mueven en suma en espacios
Las tres generaciones de gemelas —su repetición de rasgos marginales con diferentes niveles de centralidad, o en cen-
físicos— apunta y se extiende a una repetición de situacio- tros con diferentes niveles de marginalidad que correspon-
nes: mismos celos, mismos temores, mismas violencias. El den a la fundamental tensión entre centro(s) y marginalida-
lugar tan excepcional de Un buen detective no se casa ja- d(es) de la postmodernidad y de su focalización principal:
más —el riurau de la costa mediterránea con sus espacios la oposición constante entre nuestro yo dominante y nues-
abiertos y su magnífica piscina— es un lugar aislado, difí- tros “otros yos”, y entre la globalización uniformadora y las
cilmente alcanzable y por ello igualmente claustrofóbico. Es identidades culturales individuales.
un foco de tensión entre centro y márgenes: por una par- Frente al punto de vista hegemónico, inmóvil y homogé-
te sus rubias dueñas adineradas —las que quieren salvar su neo del hombre blanco, burgués, heterosexual y adulto, na-
patrimonio, como Ilse y Janni que con la complicidad del rrador de la novela moderna, las novelas postmodernas de
marido de Amparo, la tía ludópata, la matan para “conser- Marta Sanz presentan un enfoque polifónico, móvil y mul-
var el pan de sus nietecitas” (2010, 267); y las que, víctimas tiforme que resulta de la alternancia y combinación de dife-
de la sociedad de consumo, lo despilfarran, como Amparo, rentes narraciones homodiegéticas y discursos directos. Ar-
con su patológica afición al juego y su prodigalidad, y Ma- turo Zarco —el protagonista que se mueve entre las siluetas
rina, con sus compras compulsivas—. Por otro lado se en- multiplicadas de los vecinos de Black, black, black, y de las
cuentran los invisibles trabajadores del riurau, imprescin- mujeres duplicadas de Un detective no se casa jamás— es el
dibles para su funcionamiento, cuya existencia se nota solo epítome de este narrador postmoderno liminal y amovible.
cuando se ausentan: “El servicio deja de ser un ente fantas- Es un hombre gay que se ha casado con una mujer hetero-
magórico. Identifico a Loli y al hombre de mantenimiento. sexual para disimular su orientación sexual y por “esos pe-
Hay también una criada joven. El chico que limpia la pis- zones castaños de Paula capaces de mirarme con la misma
cina y la planchadora no deben pasar la noche en el riurau” melosidad que sus ojos” (2010, 115). Si rompe su matri-
(2012, 200). O cuando recurren a la violencia. Al final de monio, no por ello rompe su relación, manteniendo una
la novela, la figura periférica de la criada indígena latinoa- constante dependencia emocional de su ex. Su homosexua-
mericana Charly afianza su identidad: se desplaza desde los lidad no se presenta como el opuesto (la copia, diría Judi-
márgenes al centro del relato y desplaza de su centralidad a th Butler) de la heterosexualidad, sino como una noción en
los individuos que lo protagonizaban. Termina por asumir continuo movimiento que se sitúa entre los “intersticios”
466 467
Revist a de alces XXI Número 2 , 2014-2015