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che. Sé que parecerá imposible, pero nos dan la 201. Si en                                                              llamarlos papá y mamá. Pero se muestran incapaces de re-

         las ocasiones anteriores la coincidencia nos hizo reír, aho-                                                            memorar nada más, quizá también porque Jacobo tuvo tres

         ra la casualidad resulta excesiva. E inquietante. Inventamos                                                            hermanos y los recuerdos se mezclan (preguntados sus her-

         una tonta excusa y pedimos otra habitación. Pero —no po-                                                                manos, no son de gran ayuda: siempre pensaron que Jaco-

         día ser de otra forma— ésa es la única que les queda libre.                                                             bo era el hijo de unos vecinos). Tampoco dejó huella en su

         Nos miramos en silencio. Ambos sabemos que no hay otra                                                                  paso por la Universidad, de donde salió convertido en in-

         opción: es tarde, estamos muy cansados y en estas fechas no                                                             geniero agrónomo, como atestigua el título que cuelga de


         va a ser tan fácil encontrar otro hotel. Y dormir en el coche                                                           una de las paredes de su casa. De su madurez poco o nada se

         está descartado. Aceptamos la 201. Subimos en silencio.                                                                 sabe. La muerte lo sorprendió hace una semana, pero nin-

         Meto la llave en la cerradura y abro la puerta con un esca-                                                             guno de sus vecinos se apercibió de ello hasta que el olor a

         lofrío. Marta aprieta mi mano. Con un rápido movimiento                                                                 descomposición inundó el edificio: todos pensaban que el

         enciendo la luz y miro a ambos lados, esperando que suceda                                                              piso de Jacobo estaba vacío desde hacía años. Lo encontra-

         lo inevitable. Pero no ocurre nada. Todo es absolutamente                                                               ron frente a un espejo agarrando con ambas manos un cua-

         normal. Maldita realidad.                                                                                               dro. Según indica una plaquita clavada en el marco, la pin-


                                                                                                                                 tura se titula “Autorretrato”. Pero en ella Jacobo no aparece.

         [recogido en Distorsiones, Páginas de Espuma, Madrid, 2010]

                                                                                                                                 [recogido en Horrores cotidianos. Palencia: Menoscuarto, 2007]




         MENOS QUE CERO

                                                                                                                                 ¡CÓRTAME EL NUDO, GORDIANO!

             Jacobo pasó de puntillas por la vida. Su existencia fue un

         breve excurso sin más eco que unos vagos recuerdos, a me-                                                                   Ismael Godínez, lúcido aún, nota como su cuerpo se mece

         nudo contradictorios, y quizá por ello falsos, en los que le                                                            como un estúpido pelele colgado del techo de la habitación,


         rodearon. Sus compañeros de colegio no guardan memoria                                                                  y se arrepiente de haber cedido a aquel maldito arrebato.

         suya: aunque las listas de clase revelan que un Jacobo estu-                                                            Sus manos actúan de forma autónoma intentando detener

         dió con ellos, ninguno puede identificarlo en las pocas fotos                                                           la terrible opresión de su cuello, mientras sus pulmones lu-

         que se conservan de esa época. Sus padres tampoco ofrecen                                                               chan por tragar un poco más de aire. De pronto, un pe-

         mucha información: si bien también poseen algunas fotos                                                                 queño halo de luz se cuela bajo la puerta. Ismael sabe que

         que atestiguan la presencia de Jacobo, su principal recuerdo                                                            puede llegar su salvación, pero no se atreve a moverse: ello

         tiene que ver con los sustos que se daban cuando veían apa-                                                             aceleraría más su estrangulamiento. Para llamar la atención,


         recer por la puerta a un desconocido que se empeñaba en                                                                 lanza unos gemidos sofocados. Al otro lado de la puerta, sus






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