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garcito y quise indagar la razón. No les pregunté directa-                                                              todos nos dibujamos un mapa aproximado: el desarraigo,

         mente, pedí a algunos alumnos que me contasen un cuento                                                                 la degradación urbana de la convivencia colectiva, la apari-

         tradicional, de los que todos conocían y no hacía falta que                                                             ción de otras formas de entretenimiento o más comerciales

         nadie les contase. Todos ellos recitaban las líneas generales                                                           o más afines a los gustos contemporáneos que no se detie-

         como papagayos, con un punto de cansancio, como algo                                                                    nen a captar lo local, etc. El registro del cuento tradicional

         superado y lejano, casi como una lección aburrida, y tenían                                                             se ha confiado en las últimas décadas casi exclusivamente a

         una cierta confusión. Mezclaban personajes de uno y otro,                                                               la letra impresa, aunque, y es aquí donde nos aproximamos


         o ponían un final distinto. Cuando me contaban La Ceni-                                                                 realmente a las causas de su decadencia, el cuento tradicio-

         cienta o Blancanieves lo que narraban era la película de di-                                                            nal no surge para ser leído, sino para ser transmitido.

         bujos animados de Disney. Me pregunté si les habrían con-                                                                   Lo que se registra de los cuentos, lo recopilado, son las

         tado cuentos tradicionales aparte de Caperucita, que todos                                                              líneas generales de los relatos, algunos apuntes breves que

         conocían, y cómo se los habrían contado o si los habrían                                                                caracterizan a los personajes que intervienen en su acción,

         leído en una edición popular de cuentos tradicionales ellos                                                             una sucinta indicación de sus escenarios. Los cuentos son

         mismos. A Pulgarcito lo daban por sabido con gran confu-                                                                historias concentradas que encuentran su verdadero sentido


         sión de detalles.                                                                                                       al expandirse en la voz de un narrador; penden del hilo de

             Me pareció significativo que todos estuviesen dispuestos                                                            las interpretaciones individuales para ganarse el privilegio

         a participar en el relato de Caperucita roja, pero no concen-                                                           de la transmisión colectiva.

         trándose en su internamiento por el bosque, oscuro, ame-                                                                    El cuento tradicional se registra una y otra vez con míni-

         nazante, en el lobo astuto que sigue sus pasos, en la desobe-                                                           mas variantes en su redacción. Los detalles fueron, desde el

         diencia… Todas las voces eran una sola cuando llegaban                                                                  siglo XIX, encomendados a los ilustradores que situaban las

         al diálogo de la niña con el lobo disfrazado de abuela. Del                                                             historias en una u otra época a través de su proyección de la

         cuento había trascendido no tanto la historia como “la for-                                                             arquitectura, de los escenarios, de la vestimenta de los per-

         ma de contar”.                                                                                                          sonajes, o a redactores que componían diálogos y alargaban


             El cuento tradicional, como manifestación de un acervo                                                              o abreviaban las tramas para adaptarse a las exigencias de la

         cultural cuya transmisión se ha confiado indistintamente a                                                              producción gráfica impuesta por la editorial que encargaba

         la letra impresa —desde la recolección y recuperación de las                                                            el trabajo y sujeta a las limitaciones de medios pliegos, plie-

         historias promovida a lo largo del Romanticismo y conti-                                                                gos, cajas, tipografía... El redactor al servicio del papel y no

         nuada desde entonces con desigual empuje— y a la narra-                                                                 el papel a medida de la historia.

         ción de viva voz, ha ido siendo desplazado por nuevas for-                                                                  No transcurrió mucho tiempo sin que una incipiente téc-

         mas de ficción. No vamos a detenernos a indagar las causas                                                              nica de animación recogiera esta tradición de ilustrar histo-


         de la pérdida de la tradición de contar historias, de la que                                                            rias que todos conocemos para añadir el movimiento y, al






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