Page 176 - Revista2
P. 176
novela, este gran momento es reducido a una mirada desa- gonismo del que recibe en la novela. En la pantalla, el hom-
fiante (y hasta despreciativa), una despedida fría, una media bre está sentado detrás de su escritorio, en una posición de
sonrisa y el andar ligeramente dificultado por la torcedura autoridad desde la cual puede aprobar, o no, las acciones de
de tobillo que había sufrido escapándose del enemigo por- la mujer. Ésta, por su parte, se encuentra en la sombra y en
tugués. Lo que se aprecia —más que una nueva auto-reali- una toma en que la cámara le recorta la cabeza y los pies,
zación o confianza en sí misma— es el esfuerzo; un esfuerzo de este modo privándole simbólicamente de su inteligencia
simbolizado por su paso firme, a pesar del dolor. y movilidad. Pasando a un análisis del sonido, escuchamos
La eliminación del monólogo interior también conlleva una simple melodía de piano que va acompañada por el rui-
la supresión del concepto que tiene Sira de sí misma como do de sus pisadas y los coches en la calle, lo cual simboliza la
participante integral e importante del mundo patriarcal en huella que ella ha dejado en el mundo cotidiano. El monó-
que se mueve. Después de realizarse como espía compren- logo interior de auto-introspección y auto-afirmación (con
de que el formar parte de una comunidad no resta valor a lenguaje de auto-ayuda, propio por cierto, del siglo XXI, y
su propia fuerza individual ni a sus logros. Dice: “Cierto no de la época en que se ubica la novela) está totalmente su-
era que Hillgarth me había espoleado para ello y me había primido. De este modo, en esta instancia, la serie de televi-
puesto al borde de unos límites que me hicieron sentir vér- sión destruye una de las características más determinantes
tigo” (Dueñas 604). Además, el haber sido rescatada por el de la protagonista novelesca, y apocopa el momento de la
hombre de quien está enamorada no la convierte en donce- realización culminante de Sira como héroe.
lla afligida e indefensa. Sira dice: De manera intencionada o no, la serie también compen-
sa por las eliminaciones del monólogo interior (ya que se-
[…] cierto era que Marcus me había salvado la vida al ría demasiado irónico que una novela que afirma la voz de
sacarme de un tren en marcha, y que sin su ayuda opor- la mujer se la borrara en la televisión). Para ello se añaden
tuna tal vez no habría vivido para rememorarlo. Cierto ciertos elementos argumentales como referencias a la habili-
era todo eso, sí. Pero también lo era que yo misma ha-
bía contribuido con mi coraje y mi tesón a que la mi- dad de Sira como espía desde una edad muy temprana. Por
sión asignada llegara a un buen fin. Todos mis miedos, ejemplo, cuando era joven, antes de abandonar Madrid, es-
todos los desvelos y saltos sin red habían servido para conde un lienzo dentro de un rollo de tela para proteger a
algo al fin: no sólo para captar información útil para el una clienta del taller en que trabajaba (El tiempo entre costu-
sucio arte de la guerra, sino también, y sobre todo, para ras, episodio 1). Luego, ya en Tetuán, esquiva las preguntas
demostrarme a mí misma y a quienes me rodeaban has- del comisario de una manera casi profesional; y pide a su
ta dónde era capaz de llegar. (604-05)
ayudante, Jamila, que siga a Marcus Logan por las calles de
Sin embargo, en la pantalla, la figura masculina recibe, si Tetuán porque no termina de fiarse de él. Ninguna de es-
no un mayor protagonismo que la heroína, un mayor prota- tas escenas existe en la novela, y todas sirven para hacer que
176 177
Revist a de alces XXI Número 2 , 2014-2015