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JB: ¿Qué le motiva a la protagonista de “Qué inmortal he
sido” a reproducir la fiesta de Virginia?
MC: Yo creo que viene mucho de mis propias visitas -que de
hecho en el libro aparecen como referencias- a lugares que
intentan reconstruir el pasado, como la casa de Ana Frank
o el Tenement Museum en Nueva York, las casas-museo. A
primera vista uno llega ahí y piensa que está en el pasado,
pero luego te das cuenta de que no, de que “han traído” el
pasado al presente. También quería que la protagonista, que
estaba como cegada de idealización por ese pasado, en con-
creto por esa escena de una fiesta, quería que lo analizara
bien y dijera: “Vamos a ser científicos con esto. ¿Tan mara-
villoso fue?, ¿de qué se componía esa fiesta?”. Es como des-
componer el momento en partículas elementales. El perso-
naje fracasa en su empeño y, aunque obtiene un “saber”, no
obtiene felicidad. Consigue que, por ejemplo, el cenicero
esté en el lugar exacto en el que estaba en ese día que ella fue
feliz, pero claramente ese cenicero no le va a dar la felicidad.
Porque ya ha pasado.
JB: ¿Ves un paralelo entre las actividades de Virginia y la na-
rradora?
MC: ¿Quieres decir entre la propia dueña decorando su casa
y la otra protagonista reproduciendo? Hay algo que no he
mencionado aún sobre las dos historias del libro, y es que
las dos protagonistas llevan a cabo actividades excéntricas
para un ciudadano normal, incluso están mal consideradas.
De hecho lo saben y por ejemplo, ella esconde el hecho de
que está reproduciendo fielmente ese salón, como si realiza-
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Revist a de alces XXI
ra actividades delictivas. Saben que hacen algo que les pue-
de generar, por lo menos, problemas de integración. Pero
me gusta esa idea de que tengan unas misiones que cum-
plir en la vida, porque muchas veces me parece entender,
al ver a la gente en nuestra sociedad, que hay gente que no
tiene una vocación o un interés muy marcado por nada y
eso crea problemas cuando llegan malos momentos, como
la jubilación o el paro, o el final de una relación. Pero si tie-
nes dónde agarrarte, un interés personal muy grande, casi
vocacional, es más fácil pasar la tormenta, digamos. Hay
mucha gente que necesita que haya mucho ruido a su alre-
dedor para no pensar mucho, pero cuando se para ese rui-
do, la situación es insoportable. Entonces, estos personajes
viven más infelices aparentemente en el día a día, pero en-
tiendo que tienen unas misiones, aunque sean lo que aquí
decimos “friqui”, como las personas que coleccionan mu-
ñequitos del “Señor de los anillos” o comics manga japone-
ses. Serán quizás marginales, no saben de la vida real y van
mal vestidos y no salen, etc. pero tienen una pasión y eso es
envidiable. Esta mujer, la narradora, podría ser un persona-
je loco, que no se sabe por qué hace eso, pero bueno, tiene
una misión que cumplir. Sin embargo la protagonista real
está dentro de la normalidad, y hace en el fondo lo mismo:
solo cambia la intención. Lo hace con una idea de ser feliz,
vivir con su novio, etc. Yo reconozco que soy un poco adic-
ta a las revistas de decoración y al formato de artículo en el
que una gente explica cómo ha decidido reformar su casa.
Y esto en España cada vez se ha dado más, porque la gente
ha querido renovar su aspecto. Ya no se quieren las típicas
casas feas con muebles castellanos, la casa de la tía con ma-
deras muy pesadas, y todo marrón y con cortinas feas. Esa
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Número 1 , 2013