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fas que configura, mediante un claro proceso de gradación, en el polo opuesto del esplendor irresistible del cuerpo-ima-
una especie de camino de perfección —si se nos permite esa gen para convertirla en el signo-materia de la deserción, de
expresión alejada aquí de toda espiritualidad mística— ha- la desaparición y del agujero negro del olvido.
cia el más allá de la vida y la transmigración del alma toda- El sujeto poético no intenta, mediante el desvanecido re-
vía presa de cierto remordimiento. cuerdo de la esposa y la fecha de su muerte, atribuir una
Pasamos así, a lo largo de los cinco poemas breves, de la nueva significación en la distancia temporal a la expresión
inaugural “disolución del recuerdo” (poema 1) a la desapa- cruel de un estado emocional que no se puede revivir en un
rición de un difunto cuya alma transmigra en un gato “con presente marcado por los poderes del olvido. Lo que enun-
ojos de aristócrata inglesa” (poema 5) como, entre otras co- cia en cambio ese poema consiste ante todo en el desvela-
sas, guiño irónico de los juicios finales en el más allá, reco- miento íntimo de un ritmo de subjetivación propio de la
rriendo a la vez las estaciones de la desmemoria (poema 2), voz interior del sujeto poético, el cual pone al descubierto
de la desposesión de su propio cuerpo así como de una vida los vestigios y las huellas de una belleza extinta que impreg-
desconocida (poema 3) y de la muerte liberadora con la es- naba hondamente el amor, los afectos y la mirada del ser
peranza de metamorfosearse en “tortuga o cigüeña” (poe- querido. Es también esa belleza desvanecida la que corrom-
ma 4). El verso libre, su brevedad (por lo general, se des- pe, ahoga y recubre de polvo el “recuerdo”, la “imagen” y la
tacan heptasílabos) y la fluidez rítmica, dotada a veces del “foto” de una persona amada cada vez más extraviada en los
tono sentencioso del aforismo ligado a la experiencia inte- posos amargos del olvido y que, al final, se vuelve descono-
riormente vivida, aproximan los poemillas de la canción — cida al igual que la propia vida del yo poético.
aquí, desde luego, revisitada—. La cita final procedente de La Celestina (“todo se olvida,
El primer poema de “Desmemoria” hace vibrar la voz tem- todo queda atrá”), ya presente en Telón de boca, insiste en
blorosa unida a la “disolución del recuerdo” del ser amado e la potencia desvastadora del tiempo —sin la menor posibi-
incluso la del dolor de su pérdida. La fecha entre paréntesis lidad de restitución de lo vivido— y desencadena la pues-
(7 de octubre de 1996), al final del poemilla, remite al día ta en movimiento de la metafísica de la extinción —cuyos
de la muerte de la escritora francesa Monique Lange, espo- brotes ya eran discernibles en el primer poema de “Ceni-
sa de Juan Goytisolo con el que compartió su vida duran- zas”— mediante la fuerza ciega y avasalladora del azar y de
te unos cuarenta años. El poemilla concentra y sintetiza en la contingencia. El ser amado, que sólo se puede desdibu-
parte la profunda poética del olvido que singulariza la nove- jar en el recuerdo difuminado y a través de su “imagen” y
la-poema Telón de boca, donde Goytisolo concibe una mo- “foto” pronto invisibles, deviene así una imagen viva y pre-
ral de lo esencial en la escritura como último homenaje a la figuradora de la progresiva desaparición del sujeto de escri-
esposa difunta. Aquí, la extrema concentración del lengua- tura, del incontenible despredimiento de su cuerpo, de su
je poético se centra en la percepción de una imagen situada yo y del mundo.
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013