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Así pues, desde el estado precario y la fuerza de resquebra-  Ser antropomorfo,

 jamiento del recuerdo, como signo del olvido, la voz poéti-  deambuló erguido

 ca se adentra ahora en la cruel condición de una vejez inse-  en tiempo ya remoto.

 parable de la desgarradora experiencia de la desposesión y   La vida lo venció. (Goytisolo, Ardores 15)

 del extrañamiento. Los poemillas 2 y 3 penetran, pues, en

 lo más hondo de la “desmemoria” para alcanzar finalmen-  Situado en tránsito a punto de alcanzar el más allá, simple

 te la “consumación” —no ya amorosa, sino biológica, vital   espectador y casi vestigio de su lenta “consumación”, como


 y existencial—. El amargo sentimiento interior de despose-  mero ejemplar de una especie humana que parece sobrevi-

 sión de sí mismo, de lo que fue el yo y su vida, se ve como   vir a sí misma, ese “ser antropomorfo” sin memoria es casi

 engullido por la irresistible potencia de absorbción del olvi-  una imagen asombrosa de la nada. También es una estam-

 do, lo cual agudiza un fenómeno de vacío en un yo transfi-  pa del terrible proceso de regresión y de constante pérdida

 gurado en sombra:  en que se convierte una vida abocada al incesante rito de la
         deshumanización y de la muerte. Podemos aquí, como vi-


 [...]   brante eco de ese poemilla, mencionar los versos del gran

 Ligero de equipaje  poeta judío español de la época medieval, Moseh Ibn Ezra

 afrontarás la sima,  (Antología poética 135):
 sombra ya de ti mismo

 en el punto final. (Goytisolo, Ardores 14)  ¿Qué puede el hombre esperar si no es la muerte

                con sus ojos fijos en el más allá,

 El olvido devorador —que tiene en la desmemoria una   como si el tiempo fuera el pastor,

 fiel servidora— parece ahuecar al yo acentuando el vértigo   la muerte el cuchillo


 del vacío original que va excavando sus huellas y surcos en   y la humanidad el cordero?

 la persona dejándola sin “fechas, lugares, nombres” (verso

 3). Por lo tanto, se lleva a cabo un cambio de pronombre,   El más allá inherente a la muerte se contempla en el espe-

 en el poema 3, mediante la utilización de la tercera persona   jo-tiempo de una lenta devastación unida a un ciclo vital,

 del singular como forma de nombrar la ausencia, la impo-  ritual y cósmico cuyo fin reside en el polvo de la desparición

 sibilidad del reconocimiento y lo impersonal ya imantados   y del caos. En el poema goytisoliano ese espejo cruel desnu-

 por una “consumación” radicalmente opuesta a la del se-  da al “ser antropomorfo” mostrándole el vacío original, el

 gundo poema de “Ardores”:  desconocimiento de sí mismo y el permanente acecho de la
         muerte que no cesan de consolidar su labor en lo más ínti-



 Contempla en el espejo  mo de la persona.
 un cuerpo que no es suyo.






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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  1 , 2013
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