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de ser capaz de liberarse del estrecho corsé por el que está                                                            un esclavo (y saber que merece la pena luchar por ella); ser

         constreñida nuestra sensibilidad en tanto miembros de una                                                               capaz de sentir como propia la felicidad de cualquier pue-

         tribu, de una casta, de una raza, de una nación, de un sexo.                                                            blo en sus fiestas (aunque no sean las nuestras ni se celebren

         Ser capaz de “pensar en el lugar de cualquier otro”, en el                                                              en honor a nuestros dioses) o ser capaz de sentir como pro-

         sentido en que se formula por ejemplo en la Critica del juicio                                                          pio el sufrimiento de alguien ajeno (por ejemplo el dolor de


         (Kant 240-248), implica ante todo una ampliación, un en-                                                                una madre cualquiera ante la muerte de su hijo, incluso si se

         sanchamiento, un enriquecimiento que permite trascender                                                                 trata de una entera desconocida; incluso si uno mismo no

         los estrechos límites impuestos por nuestra nación, nuestra                                                             es madre y ni siquiera mujer).

         cultura, nuestro sexo, nuestra casta y, por supuesto, los mu-                                                               Como es evidente (aunque quizá no resulte ocioso recor-

         cho más estrechos límites impuestos por nuestra identidad                                                               darlo) la tarea de sentir desde el lugar de cualquier otro no

         personal o nuestra subjetividad individual. En efecto, no                                                               implica la exigencia de pensar desde un lugar enteramente

         cabe duda de la estrechez de los límites que impone la aldea.                                                           vacío y carente de contenido en el que no haya ni dignidad,

         Pero incluso los límites de la tribu constituyen un mundo                                                               ni pueblos, ni hijos, ni fiestas, ni dioses; no exige colocarnos

         inmenso en comparación con un universo que se cierra her-                                                               ante nuestros hijos como si se tratase de individuos cual-


         méticamente sobre el propio individuo.                                                                                  quiera, ni ante nuestras fiestas como si se tratase de un día

             A este respecto, debe tenerse en cuenta que la tarea de                                                             cualquiera. En efecto, a una razón enloquecida, es decir, a

         ampliar el modo de sentir, de enriquecer el horizonte, de                                                               una razón que se creyera autora del mundo y, por lo tanto,

         ensanchar la sensibilidad hasta ser capaz de ocupar el lugar                                                            no estuviera dispuesta a admitir su contingencia, le podría

         de “cualquier otro” no implica en absoluto un avance ho-                                                                resultar irritante el festival de contingencia en el que consis-

         mogeneizador que pudiera terminar convirtiéndonos a to-                                                                 te que queramos más a nuestros hijos por el mero hecho de

         dos en el mismo, en sujetos enteramente idénticos unos a                                                                ser nuestros (y no por sus méritos objetivos) o que, por lo


         otros de modo que no se pudiese distinguir a cada uno de                                                                mismo, queramos más a nuestro pueblo o celebremos de un

         cualquier otro. En efecto, ser capaz de pensar y sentir desde                                                           modo diferencial nuestras fiestas. Ciertamente, una Razón

         el lugar de cualquier otro no implica sentir desde un lugar                                                             completamente fuera de quicio podría exigir que tratáse-

         vacío carente por completo de todo contenido sino, por el                                                               mos a nuestros hijos como a cualquier otro, sin reconocer-

         contrario, ser capaz de sentir desde una diversidad de po-                                                              les más derechos ni privilegios (y si el hijo del vecino fuese

         siciones potencialmente infinita (trascendiendo las restric-                                                            objetivamente más guapo, más listo y más simpático ¿por

         ciones de las condiciones subjetivas del juicio): ser capaz de                                                          qué no le deberíamos querer más?, ¿no es lo contrario aca-

         sentir la humillación de un súbdito incluso si se es un hom-                                                            so un ejercicio de parcialidad, contingencia y arbitrariedad

         bre libre (e indignarse ante la existencia de esa situación);                                                           inadmisible?). Por el contrario, una Razón que asume su fi-


         ser capaz de sentir la dignidad del soberano incluso si se es                                                           nitud (es decir, que sabe que no es autora) no puede sino






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