Page 59 - Revista0
P. 59

global, creo que resulta obvia la huella de algunos autores   ción. Asimismo, llamaba también la atención en aquel tra-

 anglonorteamericanos ya consagrados (Thomas Pynchon,   bajo acerca de la llamativa frecuencia con la que los autores

 Don DeLillo, Kurt Vonnegut, J. G. Ballard, Philip K. Dick   norte americanos analizados recurrían para sus ficciones a in-

 o el mismo William Gibson y el llamado movimiento ci ber-  sólitos escenarios que nos sorprenden por su extrañeza, por

 punk), así como la de algunos otros que, aún siendo prácti-  su falsedad, escenarios que, siguiendo a Baudrillard, podrían

 camente coetáneos a los nocilleros o mutantes (David Foster   ser considerados como simulacros de lugares o, quizás más

 Wallace, Dave Eggers, Jonathan Lethem, Chuck Palahniuk,   acertadamente, a partir de la famosa teoría de Marc Augé,


 George Saunders, Jonathan Safran Foer, Jeffrey Eugeni-  como no lugares. En su conocida obra Los no lugares (1992)

 des…), desde hace unos pocos años han tenido tam bién una   sostiene este que si lo que entendemos por lugar es el lugar

 importante acogida por parte de algunas casas editoria les es-  del sentido inscripto y simbolizado, el lugar antropológico

 pañolas (como, por ejemplo, Mondadori) o algunas de nues-  que crea lo social orgánico, por no lugar designamos a los

 tras más exigentes revistas culturales (como Quimera).   espacios constituidos con relación a ciertos fines (transporte,

 Precisamente en un artículo que publiqué en la revista   comercio, ocio), que crean la contractualidad solitaria.

 Quimera, en septiembre de 2006 (Gómez Trueba 53-59), ar-  Una buena muestra de la narrativa de esta nueva horna-


 gu mentaba que, a mi modo de ver, lo que unía a esta nue-  da de escritores norteamericanos puede verse en la antología

 va generación de escritores norteamericanos era algo que, a   Generación quemada: una antología de autores norteamerica-

 partir de las famosas teorías de Jean Baudrillard (Cultura y   nos, publicada en España en 2005 (Smith). Co mo me pro-

 simulacro), podríamos concebir como una “estética del si-  puse demostrar en el artículo citado de Quimera en muchos

 mulacro”. Como bien es sabido, para Baudrillard la cultura   de los relatos que allí se publicaron encontramos una sor-

 contemporánea se caracteriza por una atracción fatal hacia   prendente recurrencia de lo que podríamos considerar falsos

 los simulacros. Afirma el popular sociólogo francés que en   lugares o lugares que solo existen o son lo que son en fun-

 la actualidad vivimos en un universo extrañamente parecido   ción de una percepción colectiva. Los escenarios arti ficiales,

 al original, en el que las cosas aparecen dobladas por su pro-  de atrezzo, los simulacros de ciudades, los parques temáticos,


 pia escenificación, pero este doblaje no significa una muer-  los centros de ocio o centros comerciales no ca sualmente

 te inminente pues las cosas están en él ya expurgadas de su   son con mucha frecuencia utilizados por esos autores nor-

 muerte, mejor aún, más sonrientes, más auténticas bajo la luz   teamericanos como el espacio perfecto para que transcurran

 de su modelo. Concluye Baudrillard que en la sociedad ac-  sus historias y, como ahora veremos, también lo serán por al-

 tual se ha cumplido la profecía anunciada o se ha cometido   gunos de sus contemporáneos españoles que integran la lla-

 “el crimen perfecto” (Baudrillard, El crimen perfecto); es de-  mada generación de escritores mutantes. De hecho, resulta

 cir, no sólo se ha conseguido hacer desaparecer la realidad,   interesante comparar la mencionada antología de la última


 sino que se ha enmascarado al mismo tiempo esa desapari-  narrativa norteamericana con otra, en este caso de jóvenes






 58                                                                                                            59
 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  0 , 2012
   54   55   56   57   58   59   60   61   62   63   64