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relato. Nuestro uso violento. Nuestra violencia al lenguaje y   cerían para nosotros de realidad toda vez que nuestros tra­

 por lo tanto a nuestra razón de ser, a nuestra razón común de   tos con todo están siempre mediados por los tratos con el

 ser.    lenguaje y de su calidad, limpieza, propiedad e inteligencia

         dependerá en última instancia la pujanza de su realidad. En

 Prácticas no separadas  ello, tal vez mejor que en otro género de consideracio nes, es­

         triba el auténtico “realismo” de la literatura. De una litera­


 Caben, sin embargo, otras prácticas que no responden a la   tura pues que se anuda sobre la falta de fundamento, sobre

 creencia en la separación neta de cosas y palabras, de reali­  la crisis, la fractura y la contradicción como modo de exis­

 dad y representación, de instrumento y objetivo, de serio y   tencia, y también sobre nuestra inexorable precariedad y

 frívolo, identidad y comunidad: prácticas del enrevesamien­  nuestra permanente y asombrada interrogación ante “toda la

 to, de la contraposición y la rivalidad, del cuidado y la aten­  sorprendente incertidumbre y ambigüedad de la existencia”,

 ción, la escucha y la voz, experiencias de la veridicción donde   dicho sea con palabras Nietzsche (67).

 tan importante es lo que se dice como la implicación en ello   Frente a las prácticas que elaboran y se nutren de repre­

 de quien lo dice, como el tono y el timbre con que se dice y   sentaciones fijas, pacíficas, satisfechas y separadas, de ideolo-


 el recorrido en el mundo de quien lo dice o el campo de ba­  gías e identidades, de ídolos, ya sean dioses, pueblos, ideas o

 talla de su alma, como el cuándo y el cómo y el desde dónde    yoes, de idíe phrónesis, inteligencias privadas, de cada uno,

 —desde qué precariedad o, por el contrario, seguridad o au­  idiotas literalmente; frente a las prácticas y dispositivos tam­

 pamiento de poder—, es decir, como el momento de la es­  bién de sublimación de las crisis y fracturas continuas e in­

 tructura o la trama narrativa —y de la trama o estructura   soslayables de nuestras vidas, de nuestras pérdidas, aban­

 narrativa que es toda persona— en que se dicen las cosas.   donos, debilidades y miserias e infortunios y contrariedades

 Prácticas tal vez de ninguna esencia, sino más bien, en pala­  en que de alguna forma, mucho o poco, tarde o temprano,


 bras de García Calvo, de “habencias”, de lo que hay de cada   toda vida humana consiste, el gran arte del relato, su pujanza

 cosa en cada situación e instante (222).   en la construcción de realidad, recuerda siempre —además

 El gran arte narrativo, cuyo estar en crisis, a despecho de   de poner sobre el tapete y denunciar esas prácticas— que a

 Benjamin, no es sino su verdadera forma de ser y no ningún   un ser de las cosas y los hechos se contrapone siempre un no

 accidente, es la experiencia de la palabra en la que mejor aflo­  ser, que a un momento se le opone siempre otro y a un lugar

 ra ese ser de contienda y guerra del lenguaje y de las cosas to­  otro lugar, a una voz otra voz y a una posibilidad otra posibi­

 das, esa “concordia discordante de las cosas” de nuestra vida   lidad, que a un sí hay siempre un no que le hace sombra y al

 de la que hablaba también Ovidio (433); donde se echa me­  hacer sombra le hace sombra también la luz cenital. Que el

 jor de ver que cosas y hechos están constituidos como reales   haz de una hoja no existe en realidad sin su envés y a un an­


 justamente por el lenguaje, sin el cual, sin cuyo relato, care­  verso le corresponde siempre un reverso, a un esplendor una






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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  0 , 2012
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