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de construcción y consecución y de sus in genieros, adalides   lencia, la mayor violencia tal vez en el fondo— al orillar o

 y diseñadores, pero no —según doy en pensar— de quienes   hacer oídos sordos a cuanto enseñó, oscuramente para quie­

 de algún modo hayan sido fecundados en sus entrañas por la   nes no toleran más que la luz sin sombra de un perenne me­

 abeja infatigable de la verdadera litera tura, por el revoloteo   diodía, Heráclito el Oscuro y le cabe, como anillo al dedo,

 de la palabra viva, laboriosa, cambiadiza y enredadoramente   seguir mostrando al verdadero arte del relato: es decir, que


 decidora del relato literario.  común a todo es la “guerra” y que lo justo es la “contienda”

 Por mucho que la literatura, que la novela o el relato en   porque según “guerra” y “contienda” “se producen todas las

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 particular, haya sido mandada en nuestros días al pelotón de   cosas y se valen”.  “El aparente equilibrio de unas cosas fren­
 los torpes del conocimiento, o bien asignada con expediti­  te a otras —comenta García Calvo (133) a propósito de esa

 va arrogancia a la sección de decoración y complementos de   sentencia de Heráclito— no consiste en más que en su mu­

 esos dispositivos —con el concurso también del atolondra­  tua contraposición, incompatibilidad, rivalidad”, pues es ese

 do y satisfecho apelotonamiento decorativo contraído de la   “principio de contradicción el que rige los procesos de las


 mejor gana por buena parte de la novela, demasiado preocu­  cosas todas, por los que viene cada una a ser lo que es y por

 pada por no jugar a otro juego ni en otro terreno—, el gran   los que se transforman unas en otras y llegan a ser lo que no

 arte de la narración es siempre, a mi modo de entender, el   eran”.

 testimonio de lo contrario, el lugar por antonomasia del des­  Los nombres del logos y la práctica de la separación

 pliegue de la inextricable y peliaguda hechura antitética de la

 realidad y la contradictoria hilaza de nuestras representaciones   Ahora bien, “guerra” y “contienda”, y también “fuego”, son en


 de la misma y de nuestros instrumentos de representación y   Heráclito nombres del logos, de la razón, del lenguaje. Según

 relato. Es, porque en ello consiste, el recuerdo, o quién sabe   lenguaje, pues, según razón, cuenta, relato, se producen las

 si la imaginación o hasta el acto de experiencia, de que las   cosas y se valen, y liquidar, zanjar, hacer abstracción de esa

 cosas y los hechos humanos se producen contrariamente “se­  “guerra”, de esa contraposición y rivalidad continua con que

 gún contienda”, como anticipó Heráclito el Melancólico, a   se producen y se valen las cosas y los hechos, cabe que sea —

 la greña, en liza y conforme a contraste. La novela de Cer­  sostenemos— la mayor violencia o bien la primera, la vio­


 vantes no es ya que inaugure o deje de inaugurar la novela    lencia de fondo que subyace a todos los comportamientos

 moder na; es que es el momento más alto, insuperado e insu­  violentos. “El fundamento de la violencia es la violencia del

 perable, de ese testimonio y ese despliegue.  fundamento”, escribe Agamben al recordar cómo Hegel ha­

 Podremos los hombres construir lo que queramos o se

 antoje a nuestro poder o a la potencia de nuestros disposi­

 tivos, será necesidad incluso el hacerlo así y no sólo azar o   1  Heráclito, véase la traducción, comentario y ordenación del libro de

 vanidad, pero quizá haremos mal —esto es, ejerceremos vio­  Heráclito realizada por Agustín García Calvo en Razón común.






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