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Antonio de Valbuena o Juan Fraile Miguélez que entonces,                                                                miento para la Liberación del Lector” (tómese lector como

         como ahora, tenían una curiosa manera de (b)analizar la                                                                 metonimia): “Los autores nos necesitan; nosotros no ne­

         poesía—. Y es que, como escribió Murray Krieger: “Cons­                                                                 cesitamos a los autores” (449­452). La creación se convier­

         ciente o inconscientemente informada o desinformada, es­                                                                te en una actividad compartida. De ahí que, para el posicio­

         tructurada sistemáticamente o hecha ad hoc, para cubrir las                                                             namiento en el sistema literario, se defienda a un tiempo la

         necesidades del momento, lo cierto es que cada cual tiene su                                                            autenticidad como valor (seguramente contra Bataille), y el

         fórmula —que es tanto como decir su teoría literaria— aun­                                                              concepto de obra en marcha, de discurso inacabado, como


         que esta pueda consistir, precisamente, en el menosprecio de                                                            un sistema operativo siempre reiniciándose, de  opera  aper-

         la propia noción de teoría” (43).                                                                                       ta en definitiva. De ahí que el poeta sea en muchas ocasio­

                                                                                                                                 nes más un coolhunter que no diseña un mundo, ni una vi­
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                                                                                                                                 nueva  dispositio que  supone  y superpone formas  artísticas
         Si la labor prioritaria de un poeta consiste en crearse un es­                                                          diversas, siempre muy  trendy. La distancia “generacional”

         pacio desde donde escribir, por necesidad y por cultura, un                                                             (y este es un concepto crítico en vías de extinción) se mide

         lugar de autodefinición y presencia, un territorio de expre­                                                            en términos de los millones de años­luz que separan a los

         sión y lenguaje. Que ese lugar sea necesariamente proble­                                                               que están o no están en el gueto cool, dando lugar a una es­

         mático, no empaña su capacidad generadora en lo creativo.                                                               pecie de bullying estético que no mira el pasado. Frente a la


         Que la mirada elegida juegue a desdoblarse en un incesante                                                              línea neo, una idea de compromiso que asume su papel ex­

         juego de sujeto/objeto, es una necesidad de una voz poéti­                                                              tra­literario y que entronca con la línea de interven ción so­

         ca en la que prima lo interior pero que trata de mostrar un                                                             cial, al tiempo que asume el papel de las energías sociales

         mundo exterior desordenado y multiforme, caótico y ambi­                                                                en la producción artística. Hay cierta bipolaridad en estas

         guo, profundo y superficial, inasible al fin: materiales diver­                                                         dos concepciones, que no son, por otra parte, ni las únicas

         sos para una nueva disposición más que materia inerte con                                                               ni siempre excluyentes (son comunes, aunque en modos di­

         la que crear. Los espacios del poema son, ahora, públicos,                                                              versos, la visceralidad, la ferocidad, la ausencia de recelo

         tanto en la plaza del mundo (autor y receptores que compar­                                                             hacia lo sentimental, la progresiva tendencia al abandono de

         ten lugar), donde todo es pragmático y programático, como                                                               las musas y la integración con las masas). Si el nuevo com­


         en la nueva ágora de la existencia virtual. En ambos casos, la                                                          promiso de la poesía neosocial corre el riesgo de pre sentarse

         reacción del lector/espectador, su respuesta, se produce en                                                             como las antiguas novias el día de su boda (con algo viejo,

         tiempo real (sea lo que sea lo que esto significa). El gen do­                                                          algo azul y algo prestado) y de convivir con y sobrevivir en

         minante, por tanto, garantiza los logros del viejo axioma que                                                           la paradoja y el oxímoron de la integración problemática

         Terry Eagleton había creado para su fantasmagórico “Movi­
                                                                                                                                 de valores contrapuestos (como la de la Confederación Au­






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