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tónoma Sindical Clasista en la República Dominicana), el                                                                                                        ¿Conclusión?

         riesgo de la poesía neofacebook, y así se ha hecho ver en más

         de una ocasión, es el de sentir una constante nostalgia del                                                             No preguntes lo que el poema puede hacer por ti. Pregunta

         presente, de pasar de la métrica a la aritmétrica (habilidad                                                            lo que tú puedes hacer por el poema.

         para contar, para los números, para hacer cálculos), de su­                                                             Si Rubén Darío lo escribiera hoy, tal vez su poema se titula­

         frir la aesthetic fallacy (y que podría concretarse en el axioma                                                        ría “Lo Fractal”.

         con el que el gran humorista español Miguel Gila certifica­


         ba la esencial disputa entre valor estético y valor de uso del


         submarino que acababa de comprar: “De color bien, pero
         no flota”).



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         En primer lugar, intenta ser alguna otra cosa, lo que sea. Es-

         trella de cine-astronauta. Estrella de cine-misionera. Estrella

         de cine-maestra de jardín de infancia. Presidenta del mun-

         do. Fracasa estrepitosamente. Lo mejor es que fracases a edad

         temprana, a los catorce años, digamos. La desilusión tempra-

         na, grave, es necesaria para que a los quince años puedas escri-

         bir largas secuencias de haikus sobre el deseo frustrado. Es un


         estanque, una flor de cerezo, un viento que roza el ala de la

         alondra que vuela hacia la montaña. Cuenta las sílabas. En-

         séñaselo a tu madre. Ella es dura y práctica. Tiene un hijo en

         Vietnam y un marido que quizá tenga una aventura con otra.

         Es partidaria de vestir de marrón porque disimula las man-

         chas de la piel. Echará una ojeada a lo que has escrito y después

         te volverá a mirar con cara tan inexpresiva como una rosqui-

         lla. Te dirá: “¿Y si vacías el lavaplatos?” Aparta la vista. Echa

         los tenedores en el cajón de los tenedores. Rompe sin querer un


         vaso de los que regalan en las gasolineras. Ese es el dolor y el

         sufrimiento que se requiere. Y eso es solo el principio. (Moore

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