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4       dez Porta quería llevarle una pestaña) cuando afirmaba que

         el poeta sabe que, antes que él, otros han escrito la obra que
 La poesía es un extraño género literario abonado a la duda   era suya, la que tenía que haber escrito él? ¿Que todo poeta

 metódica y a la constante necesidad de explicar(se). La críti­  es autor del libro común y que quiere recoger sus derechos

 ca, garante de un discurso que tiene en su médula el gen de   de autor? ¿O se trata solo del derecho a estar, a intervenir, a

 la transformación (también la transformación social), está   ocupar espacios?

 obligada a renovarse para ser capaz de inscribir en el campo   5

 literario un discurso que se mueve siempre en el riesgo de

 no ser, en la posibilidad de no decir. La poesía española de   En esto de la poesía, se puede llegar siempre tarde, como

 ahora avanza entre la cultura de la queja (del “qué nos han   los Belinchón de Reig, o llegar antes que nadie. Y luego es­

 hecho”) y el deseo de institucionalización, entre la autoges­  perar a que la historia, “esa gran puta”, como la ha llamado

 tión y la globalización, entre gestión de recursos naturales y   algún poeta, haga su trabajo. Lo cierto es que ya hay, quién

 el overbooking, entre la desazón postpoética y la mirada pre­  lo diría, nieve en las cumbres novísimas y que a lo postno-

 socrática, sin orden, sin jerarquías (casi). El presente es un   vísimo  le hacen la competencia otros muchos  post (aun­

 caos que genera un universo (un pluriverso mejor dicho): fes­  que la mayoría están en la blogosfera). Vivimos en una

 tivales de poesía, colectivos permanentemente conectados   época de cambios y de crisis. Como en un ERE constan­

 y con vínculos constantes, experiencias multimedia, perfo­  te, se deslocalizan los centros de producción, distribu­

 poesía y sus variantes, ediciones independientes, blogs de   ción, promoción y uso del poema: la red es ya el presente.

 críticos y de crítica (blogs de poetas, blogs de impostores),   El papel del papel (el sagrado libro nos llevaba en sus lo­

 publicaciones variadas donde todo es poesía menos la poe­  mos, la pulpa ficcional, la tinta visible) se ve amena zado

 sía, donde se persiguen los centros de la calle, donde habitan

 los deshabitados, donde se reivindica la ceguera y el compro­  por el nuevo amanecer de la era digital o pangeica. Los lu­

 miso, donde se maldice la poesía, donde se aprende a vivir en   gares de decisión, los centros de poder creativo y crítico se

 las afueras, donde se persigue la poesía sin mundo y se bus­  han desplazado, en deriva imparable como la de los conti­

 ca una voz común para reocupar la vida, donde se hace him­  nentes, al tiempo que se adelgazan las estéticas dominantes,

 no de las singularidades, donde lo poético se hace manifies­  perseguidas por prácticas poéticas, críticas y sociales mani­

 to del post, donde el poema se envenena). Y siempre con la   das o irritantes, según los casos (con el previsible descrédito

 sensación —muy disimulada— de que a quien se quiere con­  de los grandes premios ganados con maña, la previsible desa­

 vencer no es a los contemporáneos, sino a los que antes que   fección hacia las editoriales con más presencia, el previsible

 nosotros hicieron de la poesía su territorio. Se quiere ser dig­  abandono del estilo low cost —bajo coste en todo, coste cero

 nos de ellos, corregirlos, ampliarlos, amarlos, a través de la   a veces—, la previsible descentralización de formas y fórmu­

 obra propia. ¿Tendría razón Harold Bloom (a quien Fernán­  las con fecha de caducidad). De modo que los valores “de








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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  0 , 2012
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