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entender qué pasiones y motivaciones le mueven a actuar,   responsabilidad  insoslayable.  Por  eso,  en  lo  literario  se  da

 para ponernos en su lugar y entendernos mejor a nosotros a   cita un componente moral (Lynch 197): gracias a las formas

 través de haberlos comprendido un poco más a ellos. Se tra­  estéticas dilucidamos con palabras la condición desfavorable

 ta, en suma, de dejar la tribu a la que le han adscrito a uno, o   de los demás como si fuera la nuestra. Lo literario encauza

 se ha asignado voluntariamente, a favor de la autonomía de   un sentimiento humanitario de genuina preocupación por

 su persona para decidir y pensar por su cuenta lejos del tota­  la condición de los de fuera que podría ser la nuestra en una

 litarismo de pensamientos únicos tribales.   relación ficcionalizada. Al hacer mía la experiencia de esos


 En el largo camino de la elaboración de dichos sueños,   otros, vivo en la ficción lo que no podría de otra manera. No

 primero, habrá que rehumanizar al otro, devolverle su con­  se está hablando de engañar ni de manipular sino de hacer

 dición de ser humano por encima de las apariencias que lo   accesible en la literatura lo que me está vedado en la reali­

 condenan a una versión deformada, monstruosa, un sí pero   dad: asumo la vida del otro como si fuera la mía con una di­

 principalmente un no de lo nuestro, a medio camino, en los   ferencia, y es que no puedo volver a vivirla por él o ella.
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 intersticios nuevamente, entre lo conocido y lo desconoci­  En su contar lo ocurrido, además de insinuar lo que po­

 do.  Intentar conocer mejor sus motivos, en lugar de reducir­  dría ocurrir, la experiencia artística nos traslada a una reali­
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 lo a mero conjunto de carne y huesos a batir, a destruir, para   dad diferente gracias a las aperturas que propicia, nos deja

 bo rrar de la faz de lo posible ya sea su proceder o su pensa­  intuir cómo sería el mundo bajo otros condicionantes, o nos

 miento, los dos entendidos únicamente como amenazas bajo   hace fijarnos en sus entresijos al exteriorizar lo que no se ve.

 la óptica de la violencia terrorista.   Sería aplicable aquí lo que señala Michel Onfray de su uni­

 La apelación a la literatura, sobra decirlo, se aparta de su   versidad ideal, donde “la cultura no constituye una ocasión

 habilidad para los florilegios de sentidos más o menos rebus­  para distinguirse [. . .] sino que ofrece la oportunidad de edi­

 cados. En lo literario, en lo artístico en general, se cubre una   ficarse” (38). La cultura, lo literario aquí propuesto, es ajeno

 laguna de representación: los modelos emocionales de rela­  por completo al privilegio de quien conoce mejor que nadie

 ción con aquellos hacia los que mostramos empatía, quizás





         4  En palabras de Gustavo Martín Garzo en relación con lo literario, o la

 3  Es así que Amin Maalouf propone como primera condición acercarse   poesía en sentido amplio: “Cesare Pavese dijo que [la poesía] era una
 al inmigrante, conocerlo mejor: “Necesitamos conocerlos de modo sutil,   protesta contra las afrentas de la vida. Una forma de llamar la atención
 de cerca, y hasta diría que en su intimidad. Y eso sólo se puede conseguir   sobre la tristeza, el dolor y las injusticias, pues mientras haya alguien que

 mediante su cultura. Y, de entrada, mediante su literatura” (Desajuste   sufra en el mundo no somos lo que deberíamos ser” (“La historia”). Y

 207). Gracias el desconocimiento, a los estereotipos asumidos por la pe­  mientras alguien sufra por nuestra responsabilidad, bien por no ser acep­
 reza intelectual, es como se convierte a los demás en ejemplos andantes de   tado o por ser sujeto de la eliminación violenta que, creemos, nos ame­
 quién sabe qué falsedades tomadas con la mayor normalidad.   naza, se agrandará el hueco dejado por su ausencia.








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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  0 , 2012
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