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desme nuzar la soledad y el aislamiento al que se condena a   Esta pedagogía de la que se viene hablando rescata a la

 quien ha recibido una carta conminándole a pagar el llama­  víctima del silencio al que le condenan su ejecutores. Jun­

 do im puesto revolucionario, en realidad una simple extorsión   to con ella, nos situamos en un mismo plano discursivo, y

 eco nómica. En Los peces de la amargura (2006) de Fernan­  no me nos importante, emocional, desde el cual escuchar la

 do Aramburu nos tornamos en espectadores del sufrimiento   palabra de quien ha sido sujeto de la violencia. Prestamos,

 de la víctima en la forma de ausencia de solidaridad social:   como no podía ser menos, atención a su llamada sobre la in­

 nadie se compadece de una viuda por miedo a ser estigmati­  justicia  esencial  de  su  condición,  y  comenzamos  un  largo,


 zado como del enemigo; o la víctima es el opresor y todos los   aunque necesario, camino hacia la constitución de una co­

 que victimizan son los inocentemente oprimidos.   munidad donde enunciación de un testimonio y escucha,

 De la misma manera, es habitual que la violencia obligue   donde reclamo de atención y solidaridad, se funden en una

 a la víctima o a sus allegados a reescribir su historia personal,   equivalencia. De esta forma, se reconstruye el tejido moral

 obligándoles a la aceptación natural de su victimización. En   de una sociedad seriamente dañada por la separación tota­

 El ángulo ciego (2008) de Luisa Etxenike el personaje cuyo   litaria entre amigo y enemigo. Ni esas separaciones fueron

 padre ha sido asesinado por ETA trastueca literaria y volun­  nunca tales ni las ideologías que las apoyaban conducían a


 tariamente la causa de la muerte de su padre en la pri mera   otro lugar que no fuera el de la segregación injusta y no me­

 parte del relato. En la segunda, el personaje decide to mar   nos violenta de parte del cuerpo social, el del disidente, el del

 control de su pasado y su presente, lidiando efectivamente   heterodoxo de toda causa.

 con su miedo al elaborar una narrativa de explicación veraz

 sobre el asesinato. El control del lenguaje, de las palabras con   Mirando hacia delante

 las que enunciamos el dolor y la violencia, es la primera con­

 dición de comprensión certera de lo que ocurre. Así, en La   No se está proponiendo inocentemente que seamos  mejo-

 nieve en los manzanos (2000) de Julia Otxoa, asistiremos al   res seres humanos, sino devolver la moralidad y la ética al te­

 espectáculo de una ciudad poblada por espectros y visiones   rreno del que nunca debieron salir: impregnando cualquier


 torturadas, remanentes de la manipulación interesada del   activi dad y pensamiento de la vida social, cultural y políti­

 lenguaje a favor de la causa violenta. Como J. A. González   ca vasca. Es válido entonces el reclamo de Aurelio Arteta de

 Sainz, que en su Ojos que no ven (2010) diseña un persona­  no ante poner el valor estético, o político o ideológico, al va­
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 je­víctima que ha perdido el poder sobre las palabras y sobre   lor moral,  sobre todo cuando la violencia étnica, o naciona­

 la emocionalidad dentro de su familia. Y es que la historia

 no debería estar escrita siempre por quienes tienen el poder

 para imponer sus puntos de vista. La resistencia a la violencia   6  Lo defiende el autor en relación con Louis­Ferdinand Céline y sus más
         que cuestionables ideas, entre otras, antisemitas: “Creo que en la escala de
 pasa por resistir sus falsas narrativas legitimizadoras.   valores el moral ocupa la cumbre y que su ausencia notoria en una perso­






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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  0 , 2012
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