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determinado “tono de voz o estilo” (15-24). Como el propio pectiva ayuda a percibir los derechos políticos como “demo-
Gracia comenta, nos las habemos con prácticas testimoniales cratic concessions won from liberal society by the popular
que anuncian una lucha política asimilada a la “perpetuación movement” (“concesiones democráticas que fueron arranca-
privada de hábitos abolidos” (16). Y, claro, de no mediar la das a la sociedad liberal por el movimiento popular”), es de-
identificación entre cultura y política, lo más que se podría cir, no como meros corolarios de la visión del mundo liberal
afirmar de La resistencia silenciosa es que nos presenta una (Losurdo 327). Por descontado, a esa dinámica histó rica de
lectura alegórica en clave política de cierto estilo literario. lucha colectiva nos referimos cuando hablamos de la existen-
Tendremos ocasión de encontrarnos de nuevo con este cia de una esfera específica de la acción política.
tipo de recetas de vida política satisfactoria al comentar el le- Razones históricas. En este trabajo se opta por asociar la
gado de la Transición; es decir, una vez “el sueño, o el señue- discusión de la relación entre cultura y política en la tradi-
lo, de la revolución” ha sido convenientemente desactivado ción liberal con momentos muy concretos de la historia es-
y la vida política transcurre apaciblemente en una “democra- pañola reciente. Así, las primeras versiones de La rebelión de
cia sin barullo utópico” ni “causas perdidas ni paraísos roba- las masas deben contemplarse como síntomas reveladores
dos” (Gracia 16). De momento, volver a señalar que en este de un proceso histórico que desemboca en la constitución
trabajo utilizamos la noción de “tradición liberal” en base al de la II República y en el posterior golpe de estado del 36.
perfil recién presentado, pero añadiendo un par de aclaracio- Igual mente, el trabajo que Aranguren dedica a los exiliados
nes significativas. Primero, no se debe entender que se acepta republicanos adquiere inéditos y reveladores matices una vez
sin cuestión el canon liberal que nos propone su autor. Por tomamos en consideración que en el año de 1953 la dictadu-
ejemplo, y hay otros más, no creo que sea históricamente ra- ra fascista recibe reconocimiento oficial y, por tanto, amplia
zonable el incluir en la tradición liberal el pensamiento y la legitimidad internacional al firmarse el tratado Hispanoame-
escritura anteriores al siglo XIX. Sin embargo, al igual que ricano con Estados Unidos y el nuevo Concordato, que sus-
hace Gracia, no tengo inconveniente en sumar a Ortega a tituirá al de 1851, con el Vaticano. Parecidas observaciones
las filas del parnaso liberal, y lo mismo se puede decir de las son también relevantes en relación a los nexos que se desa-
otras instancias que aquí se van a comentar. Segundo, sobre rrollan entre el campo político y el cultural durante la Tran-
la tradición liberal que construye Gracia hay que proyectar sición. Recordemos, sin más, algunas de las palabras que el
la advertencia que Domenico Losurdo ofrece al lector antes periodo nos ha legado para nombrar los procesos sociales
de dar inicio a su contrahistoria del liberalismo; esto es, la desencadenados en esos años —apertura, destape, movida,
importancia de ir más allá del análisis del pensamiento libe- desencanto—, pues hacen referencia concreta bien a uno de
ral en su “abstract purity” (“pureza abstracta”) e incorporar a los dos campos en cuestión, bien a ambos simultáneamente.
la discusión tanto la tradición como la sociedad liberal en su Cultura y capitalismo. Creo que se entenderá mejor la
“concrete reality” (“realidad concreta”) (vii-viii). Esta pers- discusión de fondo —la cambiante relación que la esfera de la
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Revist a de alces XXI Número 0 , 2012