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se debe entender este comentario como un cuestionamiento                                                                       En definitiva, Gracia utiliza la noción de ‘tradición libe-

         de la realidad de los conflictos de intereses en el ámbito de                                                           ral’ para efectuar una revisión de la historia política española

         la cultura o una negación del inevitable entrelazamiento de                                                             de la segunda mitad del siglo XX. En esta historia, los ac-

         lo político con lo cultural, aunque sí espero que uno de los                                                            tores centrales quedan reducidos básicamente a dos, la bar-

         resultados de nuestra discusión sea señalar con luces inter-                                                            barie fascista y la civilidad liberal. Debido a ello, la pugna

         mitentes bien visibles la confusión consistente en identificar                                                          resultante no es tanto una dura batalla por la hegemonía po-

         ultimately la esfera de la cultura con la de la política.                                                               lítica cuanto un desencuentro de actitudes y comportamien-


                La tradición liberal. La manera en que este trabajo uti-                                                         tos. Y para entender este desplazamiento, es necesario traer

         liza la expresión ‘tradición liberal’ se inspira en ciertas dis-                                                        a colación de nuevo el epígrafe de Said;  es decir, pensar la
                                                                                                                                                                                                       1
         quisiciones que Jordi Gracia nos ofrece en su libro La re-                                                              confusión intelectual que se puede derivar de identificar la

         sistencia silenciosa. Este autor entiende el liberalismo como                                                           intervención cultural con la acción política tout court. Ob-

         una “tradición intelectual que aprendió a articular bajo un                                                             servamos esta confusión cuando Gracia presenta la supues-

         Estado de derecho las libertades individuales y las diferen-                                                            ta oposición política entre fascismo y liberalismo como una

         cias más hondas de pensamiento” (32). Como tal tradición,                                                               cadena de dualidades en la que se contrapone la actividad


         su pedigree —pulcro e irreprochable— incorpora desde los                                                                pública a la privada, la algarabía al silencio, los “héroes pe-

         humanismos laico y cristiano del siglo XVI hasta la recien-                                                             liculeros” a los que dan “lecciones sutiles” y la retórica apo-

         te Transición, pasando por la Ilustración, el krausismo, el                                                             díctica del fascismo oficial a la escritura clara del relativismo

         institucionismo y algunos miembros de la Generación del                                                                 liberal, pues de estas contraposiciones se derivan unas inter-

         98  junto con  Ortega  y  otros publicistas  posteriores.  Y su                                                         venciones pacíficamente encerradas dentro de los límites de

         esencia parece destilarse en lo que Gracia denomina “razón                                                              la “vida civil,” a saber, ejercicios de “reeducación lingüística,”

         liberal” o, meramente, “razón,” esa capacidad que caracte-                                                              curas  de  “adelgazamiento  retórico,”  murmullos  y  comenta-


         riza a las “personas civilizadas y relativistas” (26). La tradi-                                                        rios “en voz baja” y, en definitiva, actuaciones literarias en un

         ción liberal, como se puede comprender, nunca pudo hacer

         buenas migas con el irracionalismo y la barbarie, de donde                                                              1
                                                                                                                                   Que también aparece, en versión castellana, como uno de los dos epí-
         su oposición desde los años veinte del siglo pasado al “fas-                                                            grafes generales a  La  resistencia silenciosa: “Tenemos por un lado una

         cismo y al totalitarismo como idea política y sustrato cultu-                                                           esfera cultural, supuestamente libre y abierta sin condiciones a la eté-

         ral” (32). O, contemplado el mismo fenómeno desde la otra                                                               rea especulación teórica y a la investigación, y, por otro, una esfera po-

         orilla, no puede sorprender que el fascismo español, no con-                                                            lítica degradada, donde se supone que tiene lugar la auténtica lucha en-


         tento con arrasar el “decoro y la buena educación,” intentara                                                           tre distintos intereses. Para el estudioso profesional de la cultura —el
                                                                                                                                 humanista, el crítico, el académico— sólo una esfera es relevante; más
         desbancar la razón liberal para sumir el país en unas nuevas                                                            aún, se acepta que las dos esferas están separadas. Pero no sólo se en-

         “tinieblas medievales” (18, 21).                                                                                        cuentran conectadas: en última instancia, son lo mismo” (Gracia 11).






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                Revist a   de   alces   XXI                                                                                                                                                       Número  0 , 2012
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