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una anomalía para la que hemos tenido que inventar ex-  que todo el cine es ecocine, en la medida en que ni la pro-

 presiones como “ecocrítica”, “humanidades ambientales” o   ducción cinematográfica, ni su distribución y consumo, ni

 “estudios culturales socioambientales”. Significativamente,   ningún otro aspecto de la industria del cine o del video pue-


 no aplicamos etiquetas equivalentes para la práctica contra-  den existir al margen de la realidad biofísica del planeta.

 ria. Si hemos creado etiquetas “eco” para distinguir a quie-  El cine es en sí mismo un ecosistema que opera dentro de

 nes escriben o enseñan con los ojos abiertos a la realidad   otros ecosistemas; una práctica material que se apoya en, in-

 material del planeta, ¿no deberíamos llamar a quienes no   teractúa con, y tiene un impacto sobre la biosfera. Por con-

 lo hacen “antiecológicos”, “negacionistas”, o tal vez “enaje-  siguiente, toda aproximación al estudio o la enseñanza del


 nados” —es decir, ajenos a la realidad de la Tierra—? Hay   cine, el video y los medios de comunicación debe reconocer

 que abrazar los prefijos “eco” y similares en nuestra prácti-  la materialidad de los mismos e incorporar activamente su

 ca investigadora y pedagógica porque ayudan a promover,   dimensión socioambiental.

 reivindicar y visibilizar la conciencia socioambiental, pero   Si todos los medios de comunicación son ecomedia y


 al mismo tiempo hay que despertar a los sectores de nues-  todo el cine es ecocine, ¿qué necesidad hay de usar el prefi-

 tra profesión que escriben y enseñan de espaldas al plane-  jo “eco”? Es la misma cuestión que he abordado en la entra-

 ta. Se trata de desnormalizar y desnaturalizar el sistema, re-  da sobre dicho prefijo en este mismo glosario, y la respuesta

 conocer la complicidad de gran parte de nuestra profesión   debe ser idéntica: se trata de hacer explícito lo que debería


 con el mismo, descolonizar nuestras prácticas investigado-  ser evidente, de dar visibilidad a cuestiones —la materiali-

 ras y académicas, y ayudar a construir narrativas alternati-  dad del cine y de los medios de comunicación, su íntima

 vas, biofílicas y responsables.  imbricación con los ecosistemas terrestres, su colaboración

         histórica con el extractivismo y el colonialismo, su adhe-


         sión al mito capitalista de crecimiento infinito, por ejem-

         plo— que aún hoy parecen seguir siendo invisibles —y por

         lo tanto, “in-discutibles”— para buena parte de la crítica y

 Ecocine  del sector de la enseñanza del cine. Ecocine es, pues, un tér-


 Jorge Marí  mino reivindicativo, radical, que denota conciencia históri-

         ca y voluntad activista y transformadora.


 El término “ecocine” se ha usado, entre otras cosas, para

 describir un cierto género o estilo cinematográfico, un tipo

 de experiencia espectatorial, una forma de mirar, y una for-


 ma de activismo. Pero en último término podemos decir





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 Revist a  de  al ce s XXI                                            Número  7 , 2025
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