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“lloren… y luego organícense”. Como la elipsis indica, pue- Después de leer fragmentos tan poderosos como éste en
de que haya un espacio abrumador entre el acto de llorar y el voz alta y luego analizarlos con mis estudiantes, suelo co-
acto de organizarse. Es decir, a veces el afecto no producirá mentar que las historias que contamos sí importan, y las pa-
una nueva forma de auto-organizarse. ¿Cómo se puede estar labras que usamos sí valen. Teniendo en cuenta la búsqueda
de luto y luego movilizarse en nombre de otro mundo po- lingüística de val flores, he ahí unas herramientas pedagógi-
sible? Al final del curso dedicado a la migración, leímos Los cas para fomentar una liberación futura.
niños perdidos (2016), un ensayo extendido, en el cual la es-
critora mexicana Valeria Luiselli ofrece sus propias experien- V. Hacia una solidaridad planetaria
cias como intérprete en los tribunales estadounidenses, tra- Para concluir, volvamos a mi reformulación de Joe Hill que
bajando con menores indocumentadxs, principalmente de les ofrecí a mis estudiantes: “lloren… y luego organícen-
América Central. Cada parte del ensayo empieza con una se”. Al final de Los niños perdidos, Luiselli comparte sus ex-
pregunta incluida en el formulario de admisión migratoria, periencias como maestra universitaria. Al enseñar un cur-
que se usa en los casos de dichxs menores. Una y otra vez, es so de “Advanced Spanish Conversation”, empezó a hablar
efectivamente imposible que lxs menores respondan de ma- del tema de la crisis migratoria, y organizó unas charlas en
nera adecuada a las preguntas. Mientras tanto, se revela que que varios expertos ofrecieron sus perspectivas en torno a la
la autora también está entrelazada en los procesos migrato- emergencia (85). La clase se convirtió en un taller dedicado
rios. Al reflexionar sobre la situación grave de lxs menores, al tema. Un día la profesora Nimmi Gowrinathan explicó
Luiselli sostiene que las cifras pueden revelar unas facetas de que, en cuanto al activismo político, “lo importante era sa-
la emergencia migratoria pero las peores son las que no po- ber transformar el capital emocional —la rabia, la tristeza,
demos imaginar al estudiar los números. La única vía de tra- la frustración, que generan ciertas circunstancias sociales—
tar de entenderlas sería documentarlas por entrevistas, y lue- en capital político” (citado en Luiselli 86). Justo después,
go escucharlas una y otra vez (32). Luiselli explica: sus estudiantes decidieron hacer “algo concreto” para ayu-
dar a lxs migrantes adolescentes, incluyendo clases de inglés
y clases de preparación universitaria (86). ¡Incluso estable-
Para que no sean olvidadas, para que queden en los anales de cieron su propia organización con una constitución! Vol-
nuestra historia compartida y en lo hondo de nuestra concien- viendo a la imagen que mi estudiante nos dio al principio
cia, y regresen, siempre, a perseguirnos en las noches, a llenar- de este ensayo —“todavía tienen que entrar a la iglesia”—
nos de espanto y de vergüenza. Porque no hay modo de estar al
tanto de lo que ocurre en nuestra época, en nuestros países, y puede que la imagen clave no sea una iglesia ecológica sino
no hacer absolutamente nada al respecto. Porque no podemos una serie de espacios comunitarios abiertos a todxs lxs que
permitir que se sigan normalizando el horror y la violencia. (32)
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Revist a de al ce s XXI Número 7 , 2025

