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los efectos devastadores del rebasamiento de fronteras pla-  consumo de energía y recursos se reduce a niveles ecológica-

 netarias hacen bastante probable un colapso sistémico en   mente sostenibles. Si bien la investigación en torno al decre-

 las próximas décadas (Servigne y Stevens 65). De esa mane-  cimiento ha comenzado a prestar más atención a cuestiones


 ra, no sólo se falla en preparar a los estudiantes para un fu-  prácticas y de implementación de alternativas al sistema ac-

 turo inminente que requerirá unas habilidades y priorida-  tual, aún se requieren “estudios más precisos que permitan

 des muy distintas de las que, implícita o explícitamente, se   trasladar a ámbitos concretos [sus] conceptos teóricos gene-

 proponen como deseables; también se les priva de la agen-  rales” (Taibo 9). El riesgo es, como menciona José Manuel

 cia necesaria para ser proactivos y participar en la concep-  Naredo, el agotamiento del potencial crítico del término si


 ción de alternativas capaces de ofrecer una vida digna de ser   se emplea de manera vaga e imprecisa (108-9).

 vivida sin comprometer los ecosistemas que habitamos.   El otro concepto sugerido, los comunes o el procomún,

 Conviene detenerse en dos conceptos fundamentales en la   se propone en la economía política como una superación

 exploración de alternativas sociales y económicas de futuro:   de la distinción jurídico-económica característica de nues-


 el decrecimiento y el procomún. Como proyectos, ambos   tra sociedad entre bienes públicos y privados. Técnicamente,

 van más allá de la esfera económica y se instituyen en posi-  los bienes comunes son un tipo de bien mixto no exclusivo

 cionamientos políticos y ético-filosóficos y maneras de com-  —no es posible restringir el acceso a ellos— y rival —dado

 prender y habitar el mundo. En cuanto al primero, el térmi-  que el consumo de un usuario reduce la capacidad de otro


 no decrecimiento tiene su origen en los trabajos de Nicholas   usuario para consumirlo—. Ejemplos clásicos son los pastos,

 Georgescu-Roegen en los años setenta y ochenta, y algunas   bosques y parques o las zonas de pesca. Usuarios actuando

 de sus premisas básicas se encontraban ya en el influyente   de manera descoordinada pueden destruir dichos bienes si

 trabajo The Limits to Growth, comisionado por el Club de   rebasan su capacidad de regeneración, pero ello no los aboca


 Roma en 1972. Es posteriormente adoptado por Serge La-  necesariamente al cercamiento y la propiedad privada o pú-

 touche, quien lo populariza y desarrolla en los años noventa,   blica. Como señalan Christian Laval y Pierre Dardot, exis-

 junto a otros investigadores y grupos interdisciplinares cuyas   te otra opción: “estos bienes pueden ser gestionados de un

 actividades se han intensificado en años recientes. Ya en el   modo duradero y eficaz por una gestión colectiva” (165). Los


 siglo XXI el decrecimiento se convirtió en consigna del ac-  comunes serían, así, “instituciones que permiten una ges-

 tivismo medioambiental y anticapitalista en Europa (Kallis   tión común de acuerdo con reglas de varios niveles, instau-

 et al. 292). Aparte de la crítica del paradigma del crecimien-  radas por los mismos ‘apropiadores’” (Laval y Dardot 171).

 to económico, el punto en común de las distintas teorías   Dichas reglas, decididas por los participantes mismos, posi-


 del decrecimiento es la aspiración de lograr una economía y   bilitan un uso ordenado del recurso, orientado fundamen-

 una sociedad capaces de generar bienestar al tiempo que el   talmente a garantizar su conservación y al bien colectivo.






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 Revist a  de  al ce s XXI                                            Número  7 , 2025
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