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ve a adelantarse a ellos para escucharle atentamente cuando les a moverse de forma discontinua y en círculos cerrados,
éste se detiene y que relega a un segundo lugar aquellos ele- a no dar sentido ni consistencia a sus gestos hasta disociar
mentos arquitectónicos que han retenido a Manuel duran- sus acciones de sus intenciones, y a no mantener un diálo-
te años: un guardarraíl que se difumina al fondo de su figu- go que no sea verbalizado a gritos para caer inmediatamen-
ra, una pared multicolor de contenedores portuarios que se te después a un silencio reiterativo. Tentada a poner orden
alza y desdibuja a sus espaldas, las paredes desconchadas de al menos virtualmente a este rompecabezas, la cámara hace
lo que cuesta entender que es una casa, y un discreto muro que Can Tunis se convierta en una colección de retratos que
bajo que separa Can Tunis de una parcela todavía no urba- rozan el costumbrismo y de breves secuencias tan inconexas
nizada. Barreras todas ellas que definen los límites físicos del como incompletas; de recortes de vidas fragmentadas que se
barrio y que pasan desapercibidas para esa mirada externa a han quedado suspendidas en un presente continuo, sin un
la que la cámara incita a hacer borrón y cuenta nueva sobre principio ni un final definidos, y que se encadenan las unas
esa próxima tabula rasa en la que ya parece reinar la calma con las otras con la intención de crear un solo hilo narra-
que llega tras la tormenta. Sin embargo, este protocolo con- tivo para una historia cuyos protagonistas son susceptibles
ciliador que se anticipa a los acontecimientos mostrando el de ser absorbidos por un entorno con el que mantienen un
después sin el antes, y que propone un acercamiento a ese relación parasitaria. Vistos por ésta solamente como abyec-
solar en medio de la nada en el que también hay una parada tos y no del todo recuperables, retornando a las palabras de
de autobús que señala la poca distancia que separa al barrio Spivak (220), su presencia corre el riesgo de ser traducida
de Barcelona, se diluye tan pronto como la cámara de Can como la representación de una amenaza que debe ser con-
Tunis se adentra en el corazón del barrio para descubrir no venientemente devaluada, aislada y cancelada con el propó-
tanto la disolución de sus fronteras como el fin de las falsas sito de evitar la magnificación no tanto de las miserias del
apariencias y el agotamiento de sus actores más que del sis- barrio como de su posible significado mediante la ayuda de
tema que los sofoca. un lenguaje fílmico que pretende contar otra historia, pero
Las entrañas de Can Tunis se presentan ante sus ojos que se enfrenta a las limitaciones de lo conocido, así como
como un lugar apocalíptico en el que el caos se ha apode- del miedo a lo desconocido; que reincide en el uso y consi-
rado de ese otro lado menos agraciado de Barcelona, filtra- guiente renovación de un relato que se niega a renunciar al
do entre sus calles y a través de los muros de sus casas e im- privilegio de levantar barreras para seguir marcando las di-
pregnado cada uno de los cuerpos que habitan en el barrio; ferencias, y que delega la responsabilidad de mirar a través
rostros sin nombre ni apellidos que parecen deambular sin de “los intersticios de las palabras y la espesura de los rela-
un rumbo fijo por un lugar que, a pesar de ser considera- tos” (Foucault 39) al poder de la mera observación tras con-
do como su hogar, no deja de coartar sus pasos obligándo- fiar en las bondades de la no intervención.
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Revist a de al ce s XXI Número 6 , 2024