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El control del poder central era extenso, para mantener la silencio profundo, según rezan las acotaciones de la última
jerarquía. Entonces, se puede entender y contextualizar la escena de la obra, Bulgákov escucha en su mente la voz de
actitud de vasallo de Bulgákov ante Stalin, y sobre todo su Stalin y se imagina lo que éste le diría para encontrar una so-
deseo de querer complacerlo mediante la carta perfecta, y lución a la censura: “Paciencia, Misha, muy pronto la gen-
no rebelarse completamente contra él. En Rusia, los acuer- te volverá a quererte” (258). El trato íntimo de Stalin para
dos informales y las conexiones cuentan mucho más que los Bulgákov al llamarlo por un diminutivo — “Misha” — de
contratos legales: “in the absence of trust, people rely most su nombre Mijaíl, es similar a cuando el escritor se había
of all on family, old friends, or longtime associates” (Weiss, dirigido a Stalin de manera informal, solo por su nombre y
49). Este sistema operativo de la sociedad rusa durante mi- patronímico — “Iósif Vissarionóvich” —. Dándose cuen-
lenios de su historia también explica la actitud despecti- ta de su postura de “hereje” desde la cual puede hacer arte
va de la gente ante Bulgákov: “Por toda la ciudad, todo el “verdadero” y no literatura para envolver “la pastilla de ja-
mundo me mira como si estuviese casada con el mismísimo bón”, Bulgákov asume seguir siendo el defensor del pueblo,
demonio. Eso es obra de Stalin. Que todos escupan el suelo mártir por voluntad propia, a través de su escritura conde-
que piso, eso se lo debes a Stalin” (239) exclama Bulgáko- nada (257).
va, al comprobar que ninguno de sus compañeros o amigos En suma, Stalin opera como interlocutor y censor, ins-
de antaño lo quiere ayudar ahora, ya que se ha vuelto en un pirando y a la vez frustrando la palabra, llevando a Bul-
paria y asociarse con él sería peligroso al no ser un escritor gákov por un camino retorcido hacia la creatividad. Alego-
aprobado por el poder central. ría del demonio como autoconciencia creativa, es un alter
Cartas de amor a Stalin acaba con un silencio similar, con ego del protagonista. La obra ubica el lenguaje entre el po-
Bulgákov callado y sumergido en la creación —así se sugie- der y la resistencia creadora y cuestiona su función política:
re en la obra— de Maestro y Margarita. De la composición ¿es la palabra capaz de otorgarnos poder de comunicación
de cartas se encarga ahora Stalin. El silencio es síntoma de sin aniquilarnos cuando adquiere forma física? ¿Nos somete
creatividad. Transformado, según confiesa, tras haber leído el acto comunicativo a un proceso creativo que da forma a
la “última carta” de su “verdadero amigo Misha”, Stalin ad- algo más que palabras? ¿Son nuestras propias palabras apa-
mira y respeta profundamente a Bulgákov: “En unos tiem- ratos de autodestrucción?
pos en que una palabra te puede costar la vida, tú siempre En la colección de ensayos Elipses (2016), Juan Mayorga
dices lo que piensas” (257-58). Solo acompañado por un se plantea una vez más el hecho intertextual. Al preguntarse
por el origen de sus propias palabras, resalta la idea de la car-
ga política del acto de escritura: “¿Quién escribe realmente
cillas realizadas en pequeñas aldeas del círculo polar ártico se registraban
y aprobaban en Moscú”; mi trad.; cit. en Weiss, 76). mis palabras? ¿Quién elige los temas sobre los que escribo,
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Revist a de al ce s XXI Número 6 , 2024