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lo que has conseguido”—. Tras esta acusación, Carmen le   de la tercera España. A este respecto, Marías explica de for-

 espeta a su hija, desesperada:   ma elocuente:





 Las cosas no son tan sencillas. Te estás haciendo mayor y pronto   He insistido con la máxima energía en los aspectos negativos,

 entenderás que la vida no es como en tus cuentos de hadas. El   en la infinita torpeza, en la culpabilidad de los promotores de la

 mundo es un lugar cruel. Y eso vas a aprenderlo, aunque te due-  guerra, en la anormalidad que la constituyó. Pero una vez “en

 la (…) ¡Ofelia! La magia no existe. No existe ni para ti, ni para   guerra”, una vez estallada y, de momento, inevitable, era menes-
 mí, ni para nadie.   ter en alguna medida tomar partido, preferir un beligerante al

                otro, aunque los dos pareciesen torpes, violentos, injustos, con-

                denables. He dicho preferir; es la condición de la vida humana;
 El desencanto de Carmen la lleva a negar la existencia de   no se aprueba, no se estima, no apetece, no gusta necesariamen-

 las hadas y a intentar quebrar la creencia de su hija en la ma-  te lo que se prefiere; el que prefiere la operación a la peritonitis

 gia. La mujer, que tras la muerte de su marido en la guerra   no tiene la menor complacencia en lo preferido; el que salta por

 —o su desaparición, como argumenta Ofelia—, ha sacado   una ventana para escapar a las llamas no tiene nada a favor del


 a la niña adelante, sufre las consecuencias de la guerra en   salto; simplemente le parece el mal menor. (La España real 767)

 solitario. Carmen se enfrenta a una realidad desalentado-

 ra mostrando la perspectiva de una tercera España desen-  Para muchas personas, en la guerra y la posguerra, la aso-


 gañada que se ve obligada a formar parte del sistema o ser   ciación, implícita o explícita, a uno de los dos bandos se co-

 destruida por él —si bien la aquiescencia de Carmen no le   rresponde, por tanto, más a una necesidad que a un con-

 servirá para finalmente ser abatida por un régimen despia-  vencimiento inamovible.

 dado, encarnado por Vidal—.     Al igual que Carmen, Mercedes ha dejado de creer en la

 Cuando Ofelia le pregunta a su madre, a modo de re-  existencia de las hadas, y así le dice a la protagonista, cuan-


 proche, “¿por qué tuviste que casarte?”, Carmen respon-  do ésta le pregunta al respecto: “Ya no, pero cuando era muy

 de aludiendo a sus circunstancias: “Estuvimos solas tanto   niña, sí. Entonces yo creía en muchas cosas en las que ahora

 tiempo (…) Algún día entenderás que para mí tampoco ha   ya no creo”. Nos encontramos de nuevo con el desengaño

 sido fácil”. La respuesta de Carmen deja entrever que su   que la experiencia de la guerra y la posguerra trae consigo.


 matrimonio con Vidal está, al menos en parte, motivado   No obstante, estas dos mujeres se diferencian entre sí pues-

 por la necesidad. Se revela así uno de los casos más dramá-  to que Mercedes, a pesar de haber perdido su convicción en

 ticos de la tercera España. Esta decisión se ve matizada por   el mundo de los cuentos de hadas, no despoja a la niña de

 el contexto en el que se incardina; la asociación familiar o   la suya, e incluso la alienta. Así, cuando Ofelia le dice que


 personal a uno de los dos bandos no implica una exclusión   habla con un fauno, Mercedes no niega la existencia de ta-






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 Revist a  de  al ce s XXI                                            Número  6 , 2024
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