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tante que ésta implica. El éxito que la película cosechó en la Anexo 1:
taquilla parece indicar que esta sensación de poder les sienta Tomas aéreas y panorámicas
bien a más de dos millones de espectadores, pero ¿qué pasa
con los espectadores que optan por la castración del Otro
simbólico en lugar de la plenitud falsa del kitsch?
En In Defense of Sentimentality, Robert Solomon afirma
que la nueva clave del éxito en las artes es “to offend or dis-
gust the viewer rather than evoke such gentle sentiments as
sympathy and delight” (“ofender o indignar a la audiencia
[en lugar de] evocar tales sentimientos dulces como la sim-
patía o el placer”; mi trad.; 233). Si comparamos esta ob- 0:14:20
servación con el éxito de Palmeras en la nieve, podemos pre-
guntarnos hasta qué punto es el “mal” —tanto el mal del
mal gusto como el mal de la yuxtaposición del mal y el bien
que el kitsch implica— una alternativa a la ofensa o la in-
dignación tan elogiada por el filósofo estadounidense. En la
película de González Molina, no hay malestar ni fealdad ni
vergüenza, pero el mal sí existe. La película enfrenta el mal
(el voyerismo, las intromisiones en la intimidad, la trans-
gresión y los personajes malvados) pero de una manera que 0:14:34
le sienta bien al público: es decir, sin realmente cuestionar
el colonialismo español. Sí intenta suturar una herida pro-
vocada por el colonialismo, pero solamente a través de un
cierre emocional. La audiencia se siente culpable, pero más
que nada se siente bien. Por otro lado, la herida histórica
sigue abierta. Así los espectadores que reconocen su subor-
dinación a la mirada trascendental del Otro y aceptan los
límites de su conocimiento se preguntarán: en el contexto
del colonialismo, ¿basta con el mal gusto? 1:13:28
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Revist a de al ce s XXI Número 6 , 2024