Page 89 - Revista4
P. 89

tiples grupos sociales en el archipiélago puertorriqueño que   se social y la negritud (Dinzey-Flores; P. Rivera; Marshall,

 repudiaron el rap y el reguetón debido a sus letras, estética y   “From Música Negra”); la panlatinidad (Kattari), la repre-

 estilo. Entre los dos estilos musicales, el más repudiado por   sentación y agencia de mujeres (Báez; Jiménez), la cultura


 estos grupos sociales fue el reguetón por sus temas recurren-  callejera y el machismo (Samponaro); el consumo y la in-

 tes, más concretamente, por temas como el deseo sexual, la   fluencia (Lavielle-Pullés); el orgullo racial y étnico (Rudol-

 violencia y las drogas. Tal como los medios y las discusio-  ph); y la masculinidad (Nieves), entre otros temas. Estas

 nes culturales han divulgado, el reguetón fue asociado in-  lecturas han contribuido a un creciente corpus literario so-

 mediatamente con las clases urbanas bajas de Puerto Rico:   bre reguetón que justificadamente explora la interconexión


 un estilo musical nacido en el caserío, propio de los barrios.   entre dichos elementos políticos. Todos estos trabajos coin-

 Por lo tanto, el reguetón fue aceptado como “cultural trash”   ciden en un argumento —al menos en lo que se refiere al

 (“basura cultural”), según señala Frances Negrón Munta-  reguetón de principios de 1990 y 2000— que está rela-

 ner, porque expresaba “what good taste considered garbage”   cionado con el contexto del sexo y el género (gender), y a


 (“lo que para el buen gusto se considera basura”) —es de-  la prevalencia de la hipermasculinidad como expresión que

 cir, temas relacionados con la sexualidad en sus dimensio-  supone que la violencia es varonil, que el peligro es emocio-

 nes más carnales (327)—. Como consecuencia, el nuevo es-  nante, y que las mujeres son objetos sexuales —suposicio-

 tilo musical fue rechazado inmediatamente por ser asociado   nes que han pasado a formar parte integral de los tropos del


 con, y consumido por, un subconjunto de clase baja visto   reguetón—.

 como carente de prestigio social (Negrón 327).   Este artículo busca fomentar nuevos acercamientos críti-

 Es posible que la particularidad de ser el sonido de las   cos al género teniendo en cuenta que el reguetón lleva unos

 clases bajas haya proyectado el reguetón como una docu-  30 años de trayectoria y no se trata de un estilo estático cu-


 mentación cautivadora de un segmento de la periferia so-  yas narrativas de género y sexualidad no hayan cambiado a

 cial. Como muchos artefactos culturales, este estilo musical   través del tiempo, sino de un ente dinámico cuyo contenido

 es un producto complejo que puede ser examinado por me-  lírico ha evolucionado en múltiples ocasiones a lo largo de

 dio de una multiplicidad de acercamientos de análisis. El   los años.  La forma en que las mujeres y los hombres expre-
                        2

 reguetón ha sido parte de discusiones de musicólogos sobre

 la (trans) nacionalidad (Negrón y R. Rivera; Lebrón; Mar-  2  La experiencia individual del reguetón contiene tanto un valor auditi-

 shall, “Dem Bow”); se ha estudiado su relación con la cla-  vo como una impresión visual. Sin embargo, yo arguyo que para analizar


         la manera en que el sexo y el género operan en el reguetón es necesario
         separarlos de su imaginería visual. Las imágenes de mujeres semidesnu-
 Circuity”, la introducción de Reggaeton, editado por Raquel Z. Rivera,   das que bailan de forma sugerente son representaciones conceptuales de

 Wayne Marshall y Deborah Pacini Hernández.  las letras de las canciones. Ellas tienen un valor cultural y crítico propio;





 88                                                                                                            89
 Revist a   de   alces XXI                                    Número  4 , 2019-2020
   84   85   86   87   88   89   90   91   92   93   94