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ejercemos nuestro trabajo en la esfera de lo público. Pues
bien, yo creo que el ensayo de Luis ilumina un posible
camino al vincularnos a una experiencia transformadora
desde la que poder teorizar con rigor, es decir desde los
hechos concretos. A lo largo de su ensayo aprendemos a
ensayar escuchando y, como dice Boaventura de Sousa
Santos, quizá también un poco a vivir con un pie en la
calle y otro en la universidad, poniendo fin a esa distan-
cia “aséptica entre sujeto y objeto que sostiene y autoriza
la racionalidad y la mirada hegemónica de Occidente en
las ciencias sociales” (19).
En un momento de “El ensayo como forma”, el filóso-
fo Theodor Adorno describe la entrada en el recinto en-
sayístico como la experiencia de quien va a un país ex-
tranjero desconociendo el idioma y sin diccionario. Esta
misma sensación le ocurre a quien se adentra por este te-
rritorio de insurgencias. Lejos de encontrarnos con cer-
tezas se nos ofrece un viaje de descubrimientos, y así el
ensayo queda como “promesa de lo que podemos ha-
cer caminando juntos y con otros en Nuestra América o
donde el destino nos lleve” (269).
Palmar Álvarez Blanco
Carleton College
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Revist a de alces XXI Número 3 , 2016-2017