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llarse enlazados por recurrencias estructurales y discursivas   fantasma, se quede esperando en la habitación al próximo

 que definen una zona de intratextualidad.   incauto.

 En efecto, en el nivel estructural, los tres textos presen-  En “La casa de muñecas” lo excesivo es tanto la fascina-

 tan un narrador protagonista masculino en primera perso-  ción del narrador por las antigüedades, que lo impulsa a

 na y una organización tripartita: tres párrafos en “La habi-  comprar la casa de muñecas, como la “desmesurada ambi-

 tación…” y “La casa…”; tres secciones en “El milagro…”.   ción por la miniatura” (42) del objeto mismo. Cuando en

 En el nivel discursivo, la serie está marcada por la repeti-  la noche el narrador es asesinado por los seres que habitan


 ción del adjetivo “maldito”, el cual aflora en el sintagma “la   la casa de miniatura y transmutado, él y su cuarto, en una

 habitación maldita” del microrrelato homónimo y de “La   habitación más de la casa de muñecas, se devela el por qué

 casa…”, al igual que en el título “El milagro maldito”. Tam-  de la “infinita tristeza de las figuras que la habitaban” (42)

 bién recurre el adjetivo “infinito”, en la expresión “infinita   así como la “riqueza maniática” (42) de las acciones de esas

 tristeza”, reiterada en “La habitación…” y en “La casa…” y   figuras. No se trataría de expresiones ni de acciones repre-

 en el sintagma “infinita bondad”, de “El milagro…”. La in-  sentadas, captadas todas in medias res, sino del genuino ac-

 tratextualidad definida por estas recurrencias a su vez se ha-  cionar de seres que habitan una dimensión paralela y abis-


 lla reforzada por otros dos elementos comunes a la diégesis:   malmente pequeña. En “El milagro maldito”, la hybris está

 por un lado, la desmesura o hybris (con el sentido de anhelo   encapsulada en el comportamiento destructivo, blasfemo y

 excesivo que este concepto tiene en la tragedia griega) como   pecador del protagonista (48), en todo opuesto a la genero-

 factor determinante en la acción narrativa de los textos; por   sidad cristiana de su madre. Aunque les es otorgado el mi-

 otro lado, el mundo de las relaciones familiares que se plas-  lagro que ella pide devotamente —la resurrección del hijo

 ma en ellos.  (o la reunificación de su cuerpo con su alma)—, éste resul-

 En estos microrrelatos la desmesura aparece vinculada con   ta un castigo eterno para el narrador, atrapado dentro de su

 los semas de la maldición y lo infinito, en la acepción aquí   ataúd en un cuerpo a medias descompuesto.

 empleada de algo negativo, repetido cíclicamente de forma   Cabe preguntarse cuáles son las motivaciones profundas


 interminable. La maldición sin fin surge como resultado o   de la desmesura que plantean los textos. En mi opinión,

 consecuencia de una decisión del narrador, la cual conlle-  tanto en “La habitación maldita” como en “La casa de mu-

 va un exceso. En “La habitación maldita”, el protagonista   ñecas” ésta responde a la lógica del consumo. Siguiendo esta

 insiste en quedarse en la última habitación disponible del   lógica más allá del límite de la prudencia, el personaje de

 hotel, pese a la enfática disuasión del hotelero y a su propia   “La habitación…”, quien se define a sí mismo como un

 percepción de la extrañeza del cuarto y de la cama, pareci-  cliente habitual de la cadena de hoteles, insiste en el privi-

 da a una mortaja. En mitad de la noche una mujer fantas-  legio implícito de tener una habitación asegurada en el ho-


 ma lo despierta para que, convertido a su vez él mismo en   tel. En “La casa de muñecas”, el protagonista es incapaz de






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 Revist a   de   alces   XXI                                  Número  2 , 2014-2015
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