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los juegos de palabras, la intertextualidad y la mezcla de   Los relatos de Ajuar funerario se distinguen por carecer

 géneros. En  Ajuar funerario, actualmente en su séptima   de referencias geográficas precisas; más bien, la ubicación

 edición española (García Pastor; “Breve entrevista a Juan   espacial se infiere por alusiones que apuntan ampliamente

 Casamayor…”), la crítica subraya el cruce de literatura   al universo cultural hispano y, en ese sentido, el convento,

 fantástica, relato de terror y elemento humorístico como   las tradiciones católicas y la figura de la monja monstruo —

 uno de los grandes aciertos del volumen (Benítez Reyes;   motivo que Iwasaki se precia de haber añadido a la literatu-

 Kristal; Arete, Noguerol, “El escalofrío…”). En general, los   ra de terror (Muñoz)—, serán iluminadoras. Sin embargo,


 abordajes críticos sobre Ajuar funerario exploran isotopías   tanto el prólogo de 1998 como el  epílogo a la quinta edi-

 y motivos recurrentes, que se vinculan tanto con el mundo   ción del 2009, ambos firmados con las iniciales “F.I.C.” (o

 creativo de Iwasaki —sus “obsesiones” y “temores”, por   sea, asumidos por el autor biográfico y no por una voz na-

 ejemplo la claustrofobia, el miedo al abandono y la pérdida   rrativa inserta en la diégesis), desambiguan el espacio y de-

 de la identidad (Noguerol, “El escalofrío…” 13-18)—, como   terminan la geografía que sirve de trasfondo extra-textual a

 con la adscripción del volumen a la literatura fantástica y de   estas narraciones.

 terror (Noguerol, “El escalofrío…”; Velázquez).   En primer término, el prólogo plantea el arraigo del mun-


 En tal sentido, la mayoría de los trabajos críticos profun-  do ficcional en el Perú, tanto el Perú de las glorias incaicas

 diza líneas de investigación, muchas de ellas sugeridas por el   como el más contemporáneo de las funerarias populares. El

 mismo Iwasaki (García), que giran en torno a lo temático,   título Ajuar funerario, aludiendo paradójicamente al prin-

 preocupándose secundariamente por los rasgos estructura-  cipio (el ajuar del recién nacido o de la recién casada) y al

 les y formales de los textos (Velázquez 185-191). Como se   final (la muerte), inscribe también un juego de palabras y

 verá en el análisis que desarrollo a continuación, mi lectura   conceptos que enhebran las antiguas tradiciones indígenas,

 también se interroga por la significancia de la claustrofobia,   la recuperación arqueológica de las mismas y la costumbre

 aunque ya no desde una perspectiva biográfica o psicológi-  popular de engalanar a los muertos para que luzcan digna-

 ca, sino desde el punto de vista del extra-texto, es decir in-  mente durante el velatorio:


 dagando la productividad semántica del umbral y lo clausu-

 rado en su reverberación referencial (sociedad globalizada;   Los antiguos peruanos creían que en el otro mundo sus seres

 alto influjo de migrantes; intensos procesos de aculturación   queridos echarían en falta los últimos adelantos de la vida
                            precolombina, y por ello les enterraban en gruesos fardos
 e integración en marcha, diferenciados según el estatus le-  que contenían vestidos, alimentos, vajillas, joyas, manto-

 gal y capital social del migrante; migración irregular como   nes y algún garrote, por si acaso. Los arqueólogos . . . bauti-


 factor crucial en el mercado de trabajo; legislación regula-  zaron como “ajuar funerario” aquel melancólico menaje...
 dora del caudal inmigratorio incluyendo centros de deteni-  Las funerarias de mi país —más pomposas que fúnebres—


 miento).






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 Revist a   de   alces   XXI                                  Número  2 , 2014-2015
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