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han rescatado el milenario arte de empedrar difuntos con ros, traslucidos en los movimientos actuales (Del macrocos-
insignias, medallas, leontinas, collares y cualquier abalorio mos 60-61).
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. . . (Iwasaki 11; bastardillas en el original)
Con este interés en el arco o trayectoria de la vectoriza-
ción, observo que algunos de los textos de Ajuar funerario
A través de la desestabilización humorística, Iwasaki desa- pueden agruparse alrededor de tres categorías espaciales. La
craliza el pasado incaico y, actualizándolo gracias a la me- primera de ellas corresponde al espacio más allá de la muer-
diación “letrada” de la arqueología, traza una línea de con- te, como en “Día de difuntos” o “Violencia doméstica” en
tinuidad entre el Perú precolombino y el de la actualidad. que la diégesis se desarrolla en un espacio preciso (el “ta-
En segundo lugar, el epílogo, titulado “El Salón de los natorio” en “Día de difuntos”) o indeterminado (como en
Muertos” aporta información autobiográfica, apuntando al “Violencia doméstica”), en el que los personajes interactúan
sustrato espacio-temporal de donde surgen los relatos: “[E] después de su deceso. La segunda categoría se ajusta al espa-
n la casa limeña de mi abuela había un salón inquietante y cio problematizado, típico del género fantástico, como en
distinto: el Salón de los Muertos, donde velaban a nuestros “Que nadie las despierte” o “El cuarto oscuro”, en los que
familiares a medida que iban muriendo. Y una noche de será central la imposibilidad de determinar si el espacio re-
1970, cuando tenía ocho años, me obligaron a dormir ahí” presentado (la carretera por la que conduce el protagonista
(135). Es decir, los textos remiten ampliamente al Perú de del primer texto, o el cuarto oscuro del segundo) debe in-
la infancia del autor, especialmente el caserón familiar con terpretarse como real y exterior al personaje u onírico e in-
su “aire de mausoleo” (136) y sus espeluznantes estancias terior a él.
(136-137), las terroríficas criadas, los cuentos de terror na- La tercera categoría incluye relatos en los que la acción se
rrados por la abuela y el catolicismo punitivo que fuera la desarrolla en un umbral o espacio intermedio entre la vida
“pedagogía teratológica” de la niñez de Iwasaki (137). y lo que le sigue, como en “La habitación maldita”, “La casa
Desde el punto de vista de la inscripción de la identidad de muñecas” y “El milagro maldito”, textos cuyo análisis ex-
del autor, creo significativo el posesivo en “mi país” (11) pondré a continuación. Además del espacio del umbral,
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con que Iwasaki se refiere al Perú, lo mismo que el lugar y estos tres textos coinciden en ser microrrelatos (Ette, Del
fecha al pie del prólogo y el epílogo (Sevilla y San José de macrocosmos… 20; 69) —y no relatos breves—, y en ha-
la Rinconada, respectivamente en 1998 y 2009). Estos ele-
mentos establecen las coordenadas básicas de la situación
migrante —país de origen, país de recepción, tiempo de re- 9 “Debajo de los movimientos actuales . . . se dejan reconocer y perci-
sidencia en el país de recepción— y enmarcan en el texto lo bir una vez más los movimientos del pasado: están presentes como mo-
que Ette denomina “vectorización”, es decir, el almacena- vimientos tanto en la estructura sólida como en la estructuración móvil
de los espacios” (Del macrocosmos 61).
miento de patrones de movimientos ancestrales y aún futu-
10 Ver el anexo para la transcripción completa de los microrrelatos.
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Revist a de alces XXI Número 2 , 2014-2015