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Crespol, en el Maestrazgo turolense mico (casi siempre de gentes perdedoras: guerra civil, vida mile-
Algo similar sucede, con los libros de El fragor del agua naria, tradición) con todas sus desesperanzas y desvalimientos.
(1993), Tampoco esta vez dirían nada (1997) y Voces del alba Pero, junto a ello, Crespol tiene también su parte de literatura a
(2011) de José Giménez Corbatón que, relato tras relato, lo Comala, Macondo, Región o Mágina, como también suce-
han delineado, con su acumulación, los contornos precisos de en la Mequinenza de Jesús Moncada. Es decir, la viven-
del metafórico espacio de Crespol y el Cantalar, trasunto del cia y la imaginación, la realidad y la reflexión, la historia y la
“escuchado” espacio, físico y vital, del natal Maestrazgo tu- emoción se dan la mano para ofrecer crónicas de memoria
rolense de sus ancestros, sumergido, en parte, bajo un pan- en clave literaria. E, incluso, crónicas veraces de la Historia,
tano (Santolea y entorno). Y a ello responden asimismo el colectiva e individual, con clave literaria.
espíritu y ciertos momentos de la novela La fábrica de hue- Crespol, al convertirse en espacio literario, dibuja una lu-
sos (1999), porque es la crónica de unas gentes que, nacidas cha contra la muerte que representa el olvido de un pasa-
en la zona rural, acaban trasplantadas a los extrarradios de do de supervivencia, agreste, difícil, mísero y duro a la vez
la ciudad. O, incluso más, de unas gentes que cambiaron de que orgulloso, libre y digno (todo sin nostalgia). Un pasa-
sitio, pero no de vida. Un espacio metafórico que también do que, como ocurriera en los autores antes citados, sucum-
resurge, desde la mirada visual, en sus colaboraciones con el be físicamente con la emigración, con la renuncia (Cervera,
fotógrafo Pedro Pérez Esteban (Cambriles o en Masada Sig- Acín), frente a la imposición del “bien común” (obras hi-
nos o Un viaje por la sierra de Gúdar) con el paisaje del Maes- dráulicas: Llamazares, Moncada, Acín) o ante el poder (re-
trazgo como fondo, bien para evocar un episodio del trági- presión: Cervera, Llamazares), visibles, siempre, en los dos
co pasado bélico (Aragón fue frente de batalla en la Guerra libros de relatos. Pero, en otras ocasiones, Crespol es tam-
Civil), bien para constatar el derrumbe de un mundo mile- bién la referencia, lejana y del pasado pese a su viveza, para
nario como el de las masadas, con su soledad y un pasado unas gentes desubicadas que buscan adaptarse, en otro es-
repleto de recuerdos y vida. pacio y con otro paisaje, a los nuevos tiempos y a las nuevas
El Crespol creado por Giménez Corbatón es protagonis- dificultades (La fábrica de huesos). En ambos casos, el autor
ta de fondo, porque la tierra y su paisaje, con su tenaz per- consigue su objetivo, gracias a la lograda y eficaz carnali-
sistencia, acompañan a quienes lo habitan en la dura lucha dad de sus personajes que beben en el anecdotario de una
por la vida. Un protagonista que, por tanto, tiene mucho oralidad, asentada en el ovillo de la memoria colectiva (al-
de historia vital (la realidad de las masadas y los masoveros) gún cuento lleva a ésta por título: “La memoria guardada”).
que desaparece, pero también de suma de memorias parcia- Una oralidad o eco plural, de leyenda e historia, de anécdo-
les, transmitidas o vividas. En este sentido, posee su parte de ta y vivencia, que fluye diáfana gracias al uso de un lenguaje
crónica y de documento. Crespol, sin duda, viene a resumir popular y preciso de la zona del Maestrazgo metaforizado.
la crónica de un desahucio social, político, cultural y aní- Una oralidad que posibilita ver cada escena que se narra y
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Revist a de alces XXI Número 1 , 2013