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dernidad mediterránea y urbana. Es decir, participa de lo   española reciente. Un espacio narrativo que todavía hoy si-

 rural y de lo urbano, acoge al conservadurismo mesetario y   gue creciendo, por acumulación, con obras posteriores del

 a las ideas más avanzadas, etc., convirtiéndose así en una es-  autor como La sombra del cielo (2003), Esas Vidas (2009)

 pecie de fresco histórico que adquiere auténtico valor como   o, entre otras, como su última aportación, Tantas lágrimas

 metáfora por ser factible su traslado a la realidad española   han corrido desde entonces (2012). En todas, sobre el paisaje

 del momento (siglo XIX y XX). Segunda, Camí de sirga y,   de antaño, Los Yesares, resurge trascendente para, cuando

 en menor medida, los relatos, son historias que se acoplan a   menos, al indagar en los oscuros pantanos del silencio y sus


 conceptos muy distintos de vida, pues pertenecen al mundo   trampas, constatar la realidad de un territorio y de su tiem-

 del agua (río Ebro) y al mundo de tierra. Ahí, con la suma   po que, durante siglos, albergó vida y vidas, aunque, en la

 de ambos factores, se enraíza la universalidad mencionada   época última (o actual) padezca una cruel y paulatina ago-

 que, junto a la versión a más de veinte lenguas, ha dado lu-  nía; especialmente con la embestida de la emigración sufri-

 gar a comparaciones con mundos míticos como Macondo   da en la posguerra, embestida que, además, se encadena a

 (G. García Márquez) o, entre otros, Región (J. Benet) de la   otra anterior, también trágica, como la que conllevaron las

 literatura universal y española.  traumáticas circunstancias de la guerra civil española y su


         desenlace.

 Por la sierra valenciana  Aunque el paisaje más jugoso y sugestivo, además de cla-


 Una función similar a la realizada por los autores ya comen-  ve, en la narrativa de Alfons Cervera es el trecho relativo a

 tados es la que también se observa en El color del crepúsculo   la guerra y posguerra, con su escenario y su tiempo (físicos

 (1995), Maquis (1997), La noche inmóvil (1999) y Aquel in-  y anímicos), éste, al igual que Jesús Moncada, tiende a pro-

 vierno (2005) de Alfons Cervera, pues la rememoración de   longar sus límites, bien alejándose en el tiempo (finales del

 cierto paisaje (el vivido, escuchado o percibido por el autor   XIX, con la guerra de Cuba como punto de partida), bien

 en su niñez-adolescencia) permite reactivar, salvar del olvi-  acercándose hasta el último tercio del XX (la Transición de-


 do y dar nueva vida al casi desaparecido espacio que se aco-  mocrática en España). Y, también, como los autores citados,

 ge bajo el término de los Yesares, topónimo figurado de las   suele asentar sus narraciones en esquemas de comunicación

 tierras interiores levantinas. Y, por supuesto, a la vez, luchar   y de estructuración narrativas semejantes. La interconexión

 contra la “desmemoria” o, al menos, permitir la recupera-  de temas, escenarios (paisaje) o de personajes, al igual que

 ción de una memoria ocultada (por miedo y silencio en los   su  manera  de  transmitir  los  hechos  narrativos  (polifonía

 vencidos o sometidos) y confiscada (poder, propaganda y   de voces) y su elección fragmentada, beben de una fuente,

 discurso ideológico de los vencedores) que, incluso, contie-  cuando menos, parecida. Y así, la suma de diversas “micro-

 ne su función catárquica frente a ciertos temas y situaciones   historias” personales, discontinuas y fragmentadas (valor de

 tabú, tan persistentes durante más de medio siglo en la vida   la secuencia, por ejemplo, al tiempo que concordante con






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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  1 , 2013
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