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enraizados de unos esplendores, unos deseos y una imagi-  espacio textual en movimiento— a una dinámica de parale-

 nación fatalmente apresados por su desaparición. Por eso,   lismos, de ecos y asociaciones, para ir penetrando en las for-

 confluyen hacia el corazón de su desnudez dejando transpa-  mas y los significados inherentes a la dualidad, al desdobla-

 rentar, desde la mayor densidad de su belleza, la posterior e   miento y a la remodulación de la palabra. Esa fluidez no se

 irresistible extinción y la nada en las que se disuelve la esen-  acopla con ningún ritmo incantatorio —como era el caso,

 cia de su ser. Es ese ámbito intersticial —o umbral invisi-  en cambio, en La cuarentena— porque el lenguaje poético

 ble— el que hace gravitar la palabra poética en torno a dife-  se sustrae de la posible espiritualización del cuerpo-imagen


 rentes vías de transformación puestas en movimiento por la   cobrando casi los rasgos de un monólogo interior posterior-

 voz meditativa del sujeto poético. El primer poema recon-  mente muy profundizado en la sección “Desmemoria”.

 sidera la ascesis, el franqueamiento de obstáculos y sobre   Lo interesante consiste en que —alejado de toda retórica

 todo la purificación ligados a la contemplación en la espiri-  poetizante con sus metáforas y lirismo—, el lenguaje poéti-

 tualidad mística a fin de trascenderlos por medio de la inte-  co es capaz de atribuir una igual repercusión auténtica a la

 rioridad de una voz meditativa, que crea su propia rítmica   voluntad de concreción, para dejar manifestar la irreducti-

 de subjetivación sondeando la fuerza de imantación de una   ble precisión del nombrar, y a la fuerza de la actividad de


 única imagen-cuerpo obsesiva y sin cesar reinventada:  transformación que pone en movimiento la dinámica re-

         lacional en los cuatro primeros poemas. En el primero la

 Ardor de la contemplación.  distancia de una voz no suprime todavía la tenaz presencia
 Cráneo tallado por un dios,  de una figura del sujeto poético —parcialmente enunciada

 rostro y trabazón corporal imaginados  mediante el sintagma nominal “al hilo de una vida”—, que

 al hilo de una vida.  concentra en él, en el cuerpo-imagen de la contemplación

 El timbre incendiario de su voz.
 ¿Fue verdadero el lance?  y en la palabra integrada en formas plurales de enunciación

 Como dijo el verdugo ante la pira,  el ámbito intersticial a través del cual se realiza el pasaje de

 tan solo alumbra aquel que arde. (Goytisolo, Ardores 9)   un orden de realidad a otro, de la visión a su interioriza-

         ción, del esplendor del recuerdo a su posterior disolución,

 Se evidencia una sensualización del cuerpo-imagen que es,   de la percepción múltiple a la presencia única. Esta última

 en realidad, una verdadera y absoluta presencia a partir de   radica, pues, en la bella imagen corporal del luchador como

 la cual la palabra poética, lejos de retraerse, permacece en   símbolo perenne de un fuego interior portador de la radica-

 búsqueda, cobrando el aliento que le ofrece la rítmica de la   lidad liberadora de un deseo, que también encarna el enar-


 voz del sujeto de escritura, la de su propio núcleo de transfi-  decimiento del fuego aniquilador relativo a todas las prácti-

 guración antes de la fatal extinción. La fluidez de los versos   cas de poder represivas.

 libres breves se asocia aquí —siguiendo la concepción del   Ese primer poema, centrado en el “ardor de la contempla-






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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  1 , 2013
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