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     El  cuerpo-imagen,  como  fuente-palestra  del  ritmo  de  la   ausencia ya pronto extinta en cualquier huella todavía visi-
 subjetivación propia de la voz poética, se espiritualiza sólo   ble. El misterio de la radical desaparición y ausencia cobra
 aparentemente porque lo que se apodera de él en profundi-  así la profundidad recóndita e insondable de otro misterio
 dad radica en su progresiva disgregación, dispersión y dise-  inabarcable: el de la trascendencia purificadora y, a la vez,
 minación en cuanto signo inquebrantable de la nada —o,   disgregadora y, finalmente, aniquiladora del yo y del mun-
 como se diría en francés, de néantisation—. De hecho, las   do. Esa viva tensión interna en la palabra poética —entre
 partículas de la nada —acoplándose a un ciclo vital, erótico   el anhelo de trascendencia y la fatal absorbción en la nada
 y cósmico— se pueden así manifestar primero en el efíme-  en cuanto pura inmanencia terminal— era ya explorada en
 ro goce espermático mediante las imágenes de la lluvia y la   obras anteriores del escritor, en particular en la novela-poe-
 lava:   ma Telón de boca (Llored, “Escritura” 191-212).
             Juan Goytisolo logra reunir en la densidad, la concisión y
 [...]   concentración de esos poemas las dos concepciones metafí-
 Lluvia bendita,  sicas presentes en gran parte de su creación literaria: por un
 Lava de volcán  lado, la metafísica de la imaginación ligada a la experiencia
 Al punto extinta.  mística así como a la trascendencia —claramente discerni-
 ¿Será tránsito o vida?
 Inútil la pregunta.  ble en Las virtudes del pájaro solitario y La cuarentena me-
 El yo no es ya tu yo. (Goytisolo, Ardores 10)  diante las figuras tutelares de san Juan de la Cruz e Ibn Ara-
         bí— y, por otro, la de la extinción unida a la omnipotente
 El equilibrio de la musicalidad fónica en las tres primeras   desaparición y al vacío original —núcleo de la poética del
 expresiones nominales anticipa la condensación de los tres   olvido en Telón de boca—. Estas dos perspectivas metafísi-
 últimos versos, los cuales llevan a cabo la abolición de cual-  cas se pueden incluso entrechocar, interpenetrar o unir en
 quier  certeza  e  identificación para  mejor  dejar  estallar  la   un solo verso, pero en realidad se van plasmando en el sen-
 omnipotente fuerza de transfiguración que se origina en la   tido del lenguaje literario abriendo y modulando la lectu-
 nada y el vacío infinitos. En el éxtasis de la fusión amorosa,   ra de los poemas como honda escucha de los ritmos, de los
 en el punto álgido de la consumación extática y en la irre-  universos y sueños de una voz interior que acrisola e ilumi-
 primible absorbción en la nada, el yo se disuelve y desapare-  na los últimos destellos de la efímera belleza de los nombres
 ce. El “yo” no puede ser “tu yo”, puesto que bordeamos aquí   y de las imágenes que le son más entrañables.
 la metafísica de la presencia-ausencia ya destinada a ser, en   Lo aclarado respecto a los poemas de la sección “Ardo-
 los ritmos del lenguaje poético, pura imagen, destello y ce-  res” explica en gran parte el título inequívoco de la segun-
 nizas, tras el esplendor absoluto de una llama que, fusio-  da sección, “Cenizas”, así como su condición de espejo re-
 nándose al ser-objeto de amor, se transfigura en nada: pura   flectante que muestra la cara indisociable de lo ya dicho en
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 Revist a   de   alces   XXI                                              Número  1 , 2013
     	
